Los presidentes Hugo Chávez y Luiz Inácio da Silva, subidos en lo alto de un taladro en el corazón de la Faja Petrolífera del Orinoco, prometieron inversiones masivas para impulsar el sector energético de Venezuela, un peso pesado en la OPEP.
Pero, bajo las prometedoras propuestas políticas se oculta la incómoda realidad de que Brasil y Venezuela no han logrado progresos sustantivos en los tres proyectos energéticos multimillonarios que están desarrollando conjuntamente, a pesar de llevar meses de intensas conversaciones. "Las compañías petroleras de nuestro países necesitan trabajar unidas", dijo Lula en noviembre a simpatizantes de Chávez congregados en la sofocante llanura venezolana bajo la que descansan unos 235.000 millones de barriles de crudo. "Brasil necesita a Venezuela y Venezuela necesita a Brasil", sentenció. Al igual que Brasil y Venezuela, otros países de la región tendrán que hacer frente en el 2007 a una ardua batalla para asegurar las inversiones en la industria energética después de que una oleada de nacionalismo sobre recursos naturales, promovida por algunos líderes latinoamericanos, haya complicado el desarrollo del sector. América Latina, cada vez más, está forzando a los gigantes energéticos globales, como Chevron y Repsol-YPF , a que paguen más impuestos y cedan el control de los campos petrolíferos, lo que preocupa a las petroleras, que dudan sobre si acometer más inversiones en nuevos proyectos. Mientras tanto, las petroleras estatales en la región han tenido problemas para llegar a acuerdos entre ellas, pese a que el área esté experimentando un impulso integrador promovido por líderes de izquierda como Chávez y el boliviano Evo Morales. La inestabilidad política también podría interferir en el desarrollo energético regional debido a que protestas en países como Ecuador y Bolivia amenazan con debilitar la capacidad de los gobiernos para garantizar un clima estable de inversión.
Nacionalismo sobre recursos
A las dudas políticas de las compañías se sumarán en el 2007 otros factores como la constante campaña para subir los impuestos a las firmas que operan en estos países y reformar los contratos energéticos, sobre todo en Bolivia y Venezuela, donde los esfuerzos nacionalizadores han sido más agresivos. Analistas dicen que las inversiones en Venezuela se ralentizarán en 2007 después de que el gobierno de Chávez anunciara que tomará participaciones mayoritarias en cuatro proyectos mejoradores de crudo pesado en la Faja del Orinoco con un valor estimado de 33.000 millones de dólares. Gigantes energéticos como las estadounidenses Exxon y Conoco podrían presentar demandas para forzar al país a que cumpla los contratos firmados en la década de 1990. Mientras Bolivia está en proceso de reformar su Constitución y aumentar el control estatal sobre sus prolíficos campos de gas, compañías como la brasileña Petrobras y la hispano argentina Repsol YFP se mostraron reacias a asumir nuevos proyectos de relevancia en el país andino. El presidente electo de Ecuador, Rafael Correa, ya ha inquietado a Wall Street con declaraciones sobre reestructurar la deuda externa y parece dispuesto a seguir los pasos de Chávez para aumentar el control estatal sobre el crudo. Aunque el choque con las multinacionales energéticas ha tenido el beneplácito de las mayorías pobres de estos países, que sienten que nunca se beneficiaron de las inversiones privadas, también han dejado a las firmas preguntándose cuánto pueden confiar en los gobiernos latinoamericanos. "El sector privado no ha abandonado realmente Latinoamérica, pero no ha sido tan agresivo en buscar nuevas oportunidades de inversión en la región", dijo Roger Tissot, consultor de PFC Energy en Washington. "Las compañías tiene ahora que convencer a un grupo de accionistas muy escépticos sobre que un negocio es un negocio, y que (los gobiernos) no van a cambiar de nuevo los términos (acordados)", agregó Tissot. Analistas dicen que México, cuyo sector energético está cerrado a la inversión extranjera, vivirá tiempos duros para proveer la necesaria inversión que reclama la estatal PEMEX. Felipe Calderón ha asumido la presidencia del país con un débil mandato y una fiera oposición que exige un mayor gasto social a pesar del fuerte declive de la producción petrolera.
Una integración lenta
Aunque las negociaciones de los países latinoamericanos con sus socios privados han sido duras, la discusión entre las propias naciones ha sido a veces incluso más complicada. La abruta nacionalización del gas decretada en mayo por el gobierno boliviano supuso un duro golpe para la vecina Brasil, cuya economía depende fuertemente de los recursos de Bolivia. Los dos países llevan adelante desde hace meses arduas negociaciones sobre la propuesta boliviana de incrementar los precios del gas. La decisión también fue un mal trago para la delicada situación energética de Argentina y Chile, con quien Bolivia mantiene una ancestral disputa por una salida al mar. Brasil y Venezuela han estado discutiendo por meses sobre un faraónico gasoducto que uniría las reservas venezolanas de gas con el resto de Sudamérica y han prolongado en repetidas ocasiones sus conversaciones sobre los campos de gas mar adentro así como el proyecto de construir conjuntamente una refinería en territorio brasileño. Sin embargo, los avances son lentos. Analistas opinan que el creciente nacionalismo ha obligado a los consumidores como Brasil y Chile a buscar en los mercados internacionales la respuesta a sus necesidades energéticas. "Algunos países están comenzando a ver la dependencia energética como una vía de contagio de los riesgos políticos", dijo Jed Bailey, experto en Latinoamérica de la Cambridge Energy Research Associates (CERA). "Eso está haciendo que muchos de ellos se lo piensen dos veces antes de depender de sus vecinos", agregó.
elcomercioperu.com.pe
Pero, bajo las prometedoras propuestas políticas se oculta la incómoda realidad de que Brasil y Venezuela no han logrado progresos sustantivos en los tres proyectos energéticos multimillonarios que están desarrollando conjuntamente, a pesar de llevar meses de intensas conversaciones. "Las compañías petroleras de nuestro países necesitan trabajar unidas", dijo Lula en noviembre a simpatizantes de Chávez congregados en la sofocante llanura venezolana bajo la que descansan unos 235.000 millones de barriles de crudo. "Brasil necesita a Venezuela y Venezuela necesita a Brasil", sentenció. Al igual que Brasil y Venezuela, otros países de la región tendrán que hacer frente en el 2007 a una ardua batalla para asegurar las inversiones en la industria energética después de que una oleada de nacionalismo sobre recursos naturales, promovida por algunos líderes latinoamericanos, haya complicado el desarrollo del sector. América Latina, cada vez más, está forzando a los gigantes energéticos globales, como Chevron y Repsol-YPF , a que paguen más impuestos y cedan el control de los campos petrolíferos, lo que preocupa a las petroleras, que dudan sobre si acometer más inversiones en nuevos proyectos. Mientras tanto, las petroleras estatales en la región han tenido problemas para llegar a acuerdos entre ellas, pese a que el área esté experimentando un impulso integrador promovido por líderes de izquierda como Chávez y el boliviano Evo Morales. La inestabilidad política también podría interferir en el desarrollo energético regional debido a que protestas en países como Ecuador y Bolivia amenazan con debilitar la capacidad de los gobiernos para garantizar un clima estable de inversión.
Nacionalismo sobre recursos
A las dudas políticas de las compañías se sumarán en el 2007 otros factores como la constante campaña para subir los impuestos a las firmas que operan en estos países y reformar los contratos energéticos, sobre todo en Bolivia y Venezuela, donde los esfuerzos nacionalizadores han sido más agresivos. Analistas dicen que las inversiones en Venezuela se ralentizarán en 2007 después de que el gobierno de Chávez anunciara que tomará participaciones mayoritarias en cuatro proyectos mejoradores de crudo pesado en la Faja del Orinoco con un valor estimado de 33.000 millones de dólares. Gigantes energéticos como las estadounidenses Exxon y Conoco podrían presentar demandas para forzar al país a que cumpla los contratos firmados en la década de 1990. Mientras Bolivia está en proceso de reformar su Constitución y aumentar el control estatal sobre sus prolíficos campos de gas, compañías como la brasileña Petrobras y la hispano argentina Repsol YFP se mostraron reacias a asumir nuevos proyectos de relevancia en el país andino. El presidente electo de Ecuador, Rafael Correa, ya ha inquietado a Wall Street con declaraciones sobre reestructurar la deuda externa y parece dispuesto a seguir los pasos de Chávez para aumentar el control estatal sobre el crudo. Aunque el choque con las multinacionales energéticas ha tenido el beneplácito de las mayorías pobres de estos países, que sienten que nunca se beneficiaron de las inversiones privadas, también han dejado a las firmas preguntándose cuánto pueden confiar en los gobiernos latinoamericanos. "El sector privado no ha abandonado realmente Latinoamérica, pero no ha sido tan agresivo en buscar nuevas oportunidades de inversión en la región", dijo Roger Tissot, consultor de PFC Energy en Washington. "Las compañías tiene ahora que convencer a un grupo de accionistas muy escépticos sobre que un negocio es un negocio, y que (los gobiernos) no van a cambiar de nuevo los términos (acordados)", agregó Tissot. Analistas dicen que México, cuyo sector energético está cerrado a la inversión extranjera, vivirá tiempos duros para proveer la necesaria inversión que reclama la estatal PEMEX. Felipe Calderón ha asumido la presidencia del país con un débil mandato y una fiera oposición que exige un mayor gasto social a pesar del fuerte declive de la producción petrolera.
Una integración lenta
Aunque las negociaciones de los países latinoamericanos con sus socios privados han sido duras, la discusión entre las propias naciones ha sido a veces incluso más complicada. La abruta nacionalización del gas decretada en mayo por el gobierno boliviano supuso un duro golpe para la vecina Brasil, cuya economía depende fuertemente de los recursos de Bolivia. Los dos países llevan adelante desde hace meses arduas negociaciones sobre la propuesta boliviana de incrementar los precios del gas. La decisión también fue un mal trago para la delicada situación energética de Argentina y Chile, con quien Bolivia mantiene una ancestral disputa por una salida al mar. Brasil y Venezuela han estado discutiendo por meses sobre un faraónico gasoducto que uniría las reservas venezolanas de gas con el resto de Sudamérica y han prolongado en repetidas ocasiones sus conversaciones sobre los campos de gas mar adentro así como el proyecto de construir conjuntamente una refinería en territorio brasileño. Sin embargo, los avances son lentos. Analistas opinan que el creciente nacionalismo ha obligado a los consumidores como Brasil y Chile a buscar en los mercados internacionales la respuesta a sus necesidades energéticas. "Algunos países están comenzando a ver la dependencia energética como una vía de contagio de los riesgos políticos", dijo Jed Bailey, experto en Latinoamérica de la Cambridge Energy Research Associates (CERA). "Eso está haciendo que muchos de ellos se lo piensen dos veces antes de depender de sus vecinos", agregó.
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