Moscú, un desafío en el futuro de Merkel

by Luisa Corradini

El 1° de enero, cuando Alemania asuma las presidencias rotativas del G-8 y de la Unión Europea (UE), Angela Merkel sabrá que le esperan esfuerzos sobrehumanos y un escaso margen de maniobra. La canciller conservadora deberá tomar iniciativas sobre el clima, la energía -motivo de fricciones con Rusia- y la educación. Pero, sobre todo, tendrá que colmar las esperanzas de 487 millones de europeos que creen que sacará al bloque del estancamiento en el que está sumido desde mayo de 2005, cuando franceses y holandeses votaron No a la Constitución europea.

Merkel sabe que para tener éxito en esa función cuyas responsabilidades se limitan a planificar y obtener consenso más vale la imaginación que la fuerza. A Europa no le faltan razones para confiar. Alemania, uno de los motores históricos de la UE, es también el gigante europeo. El primer exportador mundial goza de una total credibilidad económica. Gobernado por una grosse Koalition de democristianos y socialdemócratas, no puede ser sospechado de sectarismo político, mientras que la sólida personalidad de su canciller alienta tales expectativas que ella misma declara no estar segura de poder satisfacer.

Merkel comenzará con la espinosa cuestión de la seguridad energética. Alemania presentará a la UE las grandes líneas de una estrategia que cimiente un mercado europeo de la energía, que pondrá el acento en las energías renovables, la eficiencia energética, la transparencia y la seguridad de precios. Pero, cuando los europeos hablan de energía, sobre todo hablan de Rusia. El tema se ha transformado en el epicentro de las tensiones entre el Kremlin y el resto de Europa, incluyendo los ex satélites de Moscú. Merkel tiene intenciones de subrayar la erosión actual del respeto a los derechos humanos, el asesinato de opositores y, sobre todo, el uso de la energía como arma política desde que Vladimir Putin llegó a la presidencia.

Entre otras reivindicaciones, Polonia y otros países de la UE quieren que Merkel presione a Putin para que ratifique la Carta Europea de la Energía, que daría acceso a las compañías extranjeras al sistema ruso de ductos para transportar gas y petróleo hacia Europa. Hasta ahora, el Kremlin se ha negado a firmar. Tanto la UE como Putin intuyen que la guerra de los ductos será el próximo punto de confrontación entre Rusia y Europa.

Si bien Merkel ha adoptado una actitud mucho más crítica que su antecesor, Gerhard Schröder, enfrentarse con Putin no es lo ideal. En la presidencia de la UE y en la del G-8, la canciller necesitará el apoyo del jefe del Kremlin cuando haya que definir posiciones en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre las grandes crisis mundiales. "Kosovo, Medio Oriente e Irán son cuestiones prioritarias en la agenda de Alemania, en las que debemos contar con Putin", explicó Ruprecht Polenz, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Bundestag (Parlamento).

En los primeros 90 días, Merkel preparará el terreno para abordar otro desafío capital: presentar en marzo una hoja de ruta para revivir el Tratado Constitucional y sacar de la parálisis a la UE, que el 1° de enero aumentará a 27 miembros con la incorporación de Bulgaria y Rumania. El tratado también debería permitir la creación del cargo de ministro europeo de Relaciones Exteriores. Merkel sabe que el futuro de la Constitución no estará decidido al entregar la presidencia rotativa a Portugal en junio. Pero, imaginativa, obtuvo el compromiso de Lisboa y París (presidentes sucesivos) de continuar con los proyectos lanzados en su mandato. Sin embargo, la resurrección del documento original no será fácil, pues Francia y Holanda rehúsan hacer nuevas consultas y los otros 18 países que aceptaron el tratado se niegan a revisarlo.

Todavía le quedarán a Merkel otros retos: obtener un acuerdo de los 27 sobre el futuro del Protocolo de Kyoto con respecto a cambios climáticos, que expirará en 2012; revitalizar el papel de mediador del cuarteto para Oriente Medio (integrado por la UE, EE.UU., la ONU y Rusia); evitar que los países africanos se arrojen en brazos de China; luchar contra la inmigración ilegal, y pilotear con diplomacia y firmeza las relaciones con Turquía y los países frustrados por la decisión de congelar nuevos ingresos.
lanacion.com.ar

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