by Rafael Carrasco
Por qué las últimas y ambiciosas directivas medioambientales europeas no consiguen implantarse con fuerza? La respuesta está en la influencia que 4.000 grupos de presión ejercen en Bruselas.
Las instituciones comunitarias siguen dando vueltas a la Directiva REACH, llamada a revolucionar la aprobación y uso de sustancias químicas, pero que ha quedado enormemente «descafeinada». En lo que se considera la mayor campaña de lobbying de la historia de Europa, cientos de grupos de presión han desarrollado un trabajo coordinado para que empresas como Bayer o BASF no tengan que demostrar finalmente la inocuidad de sus principales productos o no vean sustituidos los más peligrosos por sustancias más seguras. Este preocupante éxito de las multinacionales químicas, uno más de los lobbies industriales, unido al creciente descrédito de las instituciones comunitarias y a la movilización de asociaciones ciudadanas de todo el continente, ha obligado a la Comisión Europea a redactar la primera regulación de los grupos de presión en la UE con el fin de hacerlos más transparentes y de que la opinión pública pueda contrarrestarlos.
Desde los años 80, las instituciones comunitarias reciben el poder que van perdiendo los estados comunitarios y ya hoy fijan más de la mitad de la legislación de los países, manejan un presupuesto billonario, condicionan con subvenciones la política agraria o la de infraestructuras y sancionan a los países que no siguen sus directrices. Nada de esto se decide hoy sin ser negociado antes con los departamentos de «asuntos regulatorios» de las multinacionales. Nadie ha votado a esos actores básicos de la política, pero los lobbies son la clave que explica la revisión a la baja que sufre toda la normativa ambiental comunitaria, la autorización de los cultivos transgénicos, la desregulación del sector energético o los apoyos descarados de Bruselas a los combustibles fósiles o a la energía nuclear.
larevistaintegral.com
Por qué las últimas y ambiciosas directivas medioambientales europeas no consiguen implantarse con fuerza? La respuesta está en la influencia que 4.000 grupos de presión ejercen en Bruselas.
Las instituciones comunitarias siguen dando vueltas a la Directiva REACH, llamada a revolucionar la aprobación y uso de sustancias químicas, pero que ha quedado enormemente «descafeinada». En lo que se considera la mayor campaña de lobbying de la historia de Europa, cientos de grupos de presión han desarrollado un trabajo coordinado para que empresas como Bayer o BASF no tengan que demostrar finalmente la inocuidad de sus principales productos o no vean sustituidos los más peligrosos por sustancias más seguras. Este preocupante éxito de las multinacionales químicas, uno más de los lobbies industriales, unido al creciente descrédito de las instituciones comunitarias y a la movilización de asociaciones ciudadanas de todo el continente, ha obligado a la Comisión Europea a redactar la primera regulación de los grupos de presión en la UE con el fin de hacerlos más transparentes y de que la opinión pública pueda contrarrestarlos.
Desde los años 80, las instituciones comunitarias reciben el poder que van perdiendo los estados comunitarios y ya hoy fijan más de la mitad de la legislación de los países, manejan un presupuesto billonario, condicionan con subvenciones la política agraria o la de infraestructuras y sancionan a los países que no siguen sus directrices. Nada de esto se decide hoy sin ser negociado antes con los departamentos de «asuntos regulatorios» de las multinacionales. Nadie ha votado a esos actores básicos de la política, pero los lobbies son la clave que explica la revisión a la baja que sufre toda la normativa ambiental comunitaria, la autorización de los cultivos transgénicos, la desregulación del sector energético o los apoyos descarados de Bruselas a los combustibles fósiles o a la energía nuclear.
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