by Alejandro Nadal
Gandhi fue un crítico sagaz de la tecnología occidental. Muy pronto vio el impacto sobre la pobreza en India de la importación forzada de telas producidas por las fábricas inglesas. No estaba errado: millones de productores textiles quedaron sin empleo y se perdieron en la miseria cuando Inglaterra inundó el mercado con sus géneros de bajo costo producidos en Lancashire.
En 1920 Gandhi adoptó la charkha, la tradicional rueda para hilar, como símbolo para movilizar a su pueblo en la lucha anticolonial. Esa fue la cúspide de su crítica a la tecnología occidental: "En la medida en que hicimos de la modernidad materialista nuestra meta principal, nos hundiremos en el camino del 'progreso'".
Hoy esas consideraciones están lejos de lo que el poder considera las prioridades de India. Según el gobierno, para erradicar la pobreza y cumplir con sus metas de desarrollo humano, es indispensable mantener tasas de crecimiento del PIB de 9 por ciento anual durante los próximos 25 años. El modelo económico que se promueve está basado en el complejo automotriz como principal medio de transporte, y en un esquema de desarrollo urbano que privilegia la intensidad de consumo energético. En términos energéticos esto plantea un desafío colosal: habrá que cuadruplicar la oferta de energía primaria y multiplicar cinco o seis veces el nivel de 2004 para generar electricidad.
India todavía mantiene un nivel bajo de consumo energético per capita. El país apenas consume anualmente 439 kilogramos de petróleo equivalente (kpe) por habitante como fuente de energía primaria, lo que contrasta de manera notable con China (mil 90 kpe), Alemania (4 mil 210 kpe) o Estados Unidos (7 mil 835 kpe). El consumo eléctrico anual por habitante es de sólo 553 kilovatios hora (comparados con 13 mil 66 de Estados Unidos), en buena medida porque 57 por ciento de los hogares rurales en India no tiene electricidad.
La economía india seguirá descansando en el carbón como la principal fuente primaria de energía, y eso tiene serias implicaciones para la emisión de gases invernadero. El carbón es responsable del 50 por ciento del consumo de energía para usos comerciales en el gigante indio, y su predominio en la mezcla de combustibles primarios no cambiará en las próximas tres décadas. De hecho, los requerimientos de carbón crecerán hasta alcanzar 2 mil millones de toneladas anuales para el año 2030.
Se estima que las reservas probadas de carbón en India se agotarán en unos 45 años. Así que la otra pregunta clave concierne la seguridad energética para la economía india. Esto lleva a considerar las fuentes renovables, la eficiencia y el papel de la energía nuclear.
Los planes del gobierno prevén el desarrollo de las fuentes renovables, pero su impacto sobre el perfil energético en India apenas comenzará a dejarse sentir en 2030. En cambio, la reducción de la intensidad energética del PIB podría surtir efectos en el corto plazo. En la actualidad India consume 0.16 kpe por unidad de PIB, lo que hace que su intensidad energética sea inferior a la de China (0.23 kpe) o Estados Unidos (0.22 kpe), pero superior a la de Dinamarca (0.13 kpe), Inglaterra (0.14 kpe) o Japón (0.15 kpe). Los planes indios indican que es posible abatir en 25 por ciento la intensidad energética del PIB a través de acciones en el propio sector energético, en el transporte y en el consumo residencial. Pero aún eso no será suficiente para cubrir las necesidades de la economía en expansión.
Por eso no sorprende que los planes para el sector energético en India asignen un lugar importante a la opción nuclear. En la actualidad la energía nuclear es responsable de un minúsculo 3 por ciento de la oferta total. Sin embargo, el Departamento de energía atómica (DEA) proyecta una fuerte expansión, pasando de 3 mil 900 a 275 mil megavatios en 2052. Esta expansión descansaría en reactores de cría, que producen más combustible (material fisionable) del que consumen. India ya cuenta con un reactor de este tipo en Kalpakkam, cerca de Chennai. Aunque los datos sobre costos de inversión y operación revelan que Kalpakkam no es un proyecto competitivo, los reactores de cría constituyen el juguete predilecto de la DEA.
El acuerdo nuclear con Estados Unidos no sólo ha servido para legitimar el estatus de la India como poseedora de armas nucleares. También facilitará la expansión de la opción nuclear al levantar las restricciones existentes para la compra de combustible, equipo y tecnología. Lo más desafortunado es que hoy la elite en el poder no está debatiendo los riesgos derivados del crecimiento en el número de reactores, sino las restricciones que el acuerdo impone en materia de pruebas nucleares y desarrollo de misiles.
Entre el carbón y los reactores de cría, los planes oficiales nunca cuestionan la adopción del modelo occidental basado en el alto consumo de energía y la destrucción del medio ambiente. La pregunta de Gandhi volverá a rondar, tanto en las planicies, como en las ciudades indias: ¿Es esto el progreso?