Los peligros que reviste esta energía son incalculables, ya que se trata de una fuente que no es parte de la naturaleza porque fue creada por el hombre en forma artificial, lo que la convierte en un foco de peligrosidad latente para las comunidades y el medio ambiente donde se instala.
Cada invierno, año tras año, y frente a la amenaza constante de desabastecimiento de gas desde Argentina, se reaviva la discusión acerca de la instalación de reactores nucleares en nuestro país. Este tema trae aparejado, inevitablemente, el cuestionamiento sobre la seguridad que la energía nuclear representa.
Debido a las condiciones actuales del sector económico, fundamentalmente el minero, el cual se ve amenazado por el desabastecimiento de gas desde Argentina y la imposibilidad de negociar con Bolivia para cubrir nuestras necesidades, se observa la intención en el sector empresarial por ejercer presión y apresurar un pronunciamiento del gobierno para promover el uso de energía nuclear. Esto pese a que la Presidenta Michelle Bachelet manifestó su compromiso a un importante sector de los ecologistas del país a fines del 2005 al expresar que su mandato contempla "no incluir la opción nuclear en la política energética nacional". Por lo tanto, hay certeza de que este tema no va a ser considerado por el actual gobierno en los próximos cuatro años. De no ser así, se espera que la autoridad cumpla con la palabra empeñada.
Por otra parte, en el contexto actual, cualquier proyecto de energía nuclear en Chile requiere de exhaustivos estudios de evaluación, de pruebas fehacientes de factibilidad y la imperiosa necesidad de instruir al personal a cargo. En otras palabras, se trata de un proyecto que necesita alrededor de 30 años de estudios, debate público, aprobación y posterior ejecución.
En la actualidad ningún país desarrollado piensa en la energía nuclear para satisfacer sus necesidades en el área, incluso existen países que han desestimado por completo su uso, pues están conscientes del peligro que esta fuente implica para la población y el ambiente. Es así como Alemania y Suecia decidieron eliminar paulatinamente sus centrales atómicas; sin embargo, China, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, India, Irán, Pakistán y Corea del Norte construyen o planean construir nuevos reactores. Llama la atención que estos últimos países aseguran que el uso de sus centrales es con fines de paz, pese a que todos ellos tienen un historial bélico creciente.
Nuestro país tiene la inmejorable oportunidad de potenciar la energía renovable no convencional (ERNC), presente de manera abundante a lo largo del país y con condiciones inmejorables para su uso. Es el caso de las energías propias, las que no necesitan la inversión de grandes consorcios para desarrollarse, y esto puede hacerse en forma descentralizada, con propietarios múltiples. Destacan entre éstas la energía solar, eólica, mareomotriz, biocombustibles, geotermia y biomasa, entre otras. Todas ellas constituyen una alternativa eficiente, segura y ajena al lucro que buscan los mega proyectos, que inexorablemente controlarían precios y regularían la oferta y la demanda en un mercado en plena expansión.
PRINCIPALES PROBLEMAS DEL USO DE ENERGÍA NUCLEAR
Los residuos nucleares son uno de los principales problemas ambientales que enfrenta la humanidad. La mayor parte de éstos permanece cerca de las plantas nucleares en depósitos de seguridad transitorios. Después de más de 60 años de desarrollo de esta tecnología aún no existe la tecnología para su disposición final segura. Algunos desechos radiactivos mantienen su peligrosidad por cientos de miles de años, y ninguna formación geológica natural asegura una estabilidad por tantos años.
El Comité Achelson-Lilienthal del gobierno de Estados Unidos, en su informe de 1946, señaló que “el desarrollo de la energía atómica con fines pacíficos y el desarrollo de la energía atómica para la fabricación de bombas son, en gran parte de sus trayectorias, recíprocos e interdependientes”. Esto, a causa de que un problema básico de los reactores comerciales es que generan cantidades importantes de plutonio como un derivado normal de la cadena de reacción dentro de las barras de combustible. El plutonio, una vez separado del combustible quemado, puede ser utilizado como material fisionable en un arma nuclear.
Asimismo, tanto plantas nucleares como transportes, o depósitos de residuos nucleares son potenciales blancos estratégicos sensibles en cualquier conflicto bélico, y -por lo tanto- un factor de vulnerabilidad.
Quienes sostienen que la energía nuclear no tiene riesgo para la salud y no produce emisiones contaminantes se equivocan o mienten. El peligro de una explosión no sólo es latente sino real. Las explosiones nucleares producen diversos tipos de impactos radiactivos, todos tremendamente destructivos. Se producen efectos inmediatos o primarios y efectos retardados o secundarios. Entre los inmediatos se encuentra la onda expansiva, el pulso del calor, la radiación ionizante y el pulso electromagnético que pulverizan y calcinan seres vivos e infraestructura.
Los efectos retardados impactan a la población por irradiación de tejidos, daños a las estructuras celulares y ADN, una de cuyas expresiones es el cáncer. También daña irreversiblemente las fuentes de alimento, los ecosistemas y los hace inhabitables para los humanos. De la misma forma, contamina las infraestructuras y genera impactos sobre el clima.
En caso de accidentes se puede afectar masivamente la salud física y mental de la población, tal como ocurrió con Chernobyl.
Por otra parte, el argumento que sostiene que la energía nuclear es la solución al cambio climático porque no produce emisión de gases de efecto invernadero es débil. Un correcto análisis de la relación entre energía nuclear y calentamiento global debe incluir las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el reactor nuclear, por la minería y el enriquecimiento de uranio (fundamental para la producción de energía nuclear), la fabricación de combustible y las etapas posteriores, como el reprocesamiento y la disposición final de los desechos radiactivos. La Agencia Internacional de Energía de Naciones Unidas (IEA) entregó en el 2004 el siguiente cálculo: la energía nuclear emite cifras superiores a 30 y 60 gramos de CO2 por KW/hora. En comparación con otras 10 fuentes de energía, el carbón es el mayor emisor de CO2, y la nuclear ocupa el quinto lugar. Por ello, además de ser un riesgo radiactivo, tampoco es una solución al cambio climático. En el mismo contexto, las consecuencias sanitarias de la extracción de uranio pueden ser serias, pues como efecto colateral, la extracción y procesamiento de este elemento produce radón, un gas cancerígeno. En la República Democrática Alemana, reunificada con la parte occidental de Alemania en 1991, donde las minas de uranio fueron explotadas entre 1946 y 1990, más de siete mil mineros fallecieron de cáncer al pulmón por contaminación con radón, indican estudios médicos.
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