El presidente electo peruano, Alan García, dijo que será mucho más cauteloso esta vez. Entre 1985 y 1990 su administración generó un gasto público desorbitado que provocó una hiperinflación descontrolada. Hoy cuenta con 12 billones de pies cúbicos de reservas de gas. Esta vez, García está apostando a que el recurso energético será su as bajo la manga, que le permitirá mantener el fuerte crecimiento de 6,7% del PIB logrado en 2005 por Perú.
El gas de Camisea, que comenzó su extracción en 2004, es un importante ingrediente de la buena fortuna del país. Este debería contribuir con un 1% adicional al crecimiento del país en el período 2006-2007, según una estimación del Economist Intelligence Unit. Estas expectativas establecen que la licuefacción del gas natural de Camisea para la exportación a México y a EE.UU. genere por lo menos US$10 mil millones en impuestos y royalties en sus 40 años de vida productiva.
Camisea probablemente llevará a Perú a su antiguo rol de proveedor energético, abandonado en 1992 cuando la demanda doméstica comenzó a consumir toda la producción de petróleo. Pero García insiste en que debe resolver la necesidad del mercado interno antes de que pueda permitir la exportación del gas.
“Tenemos gas, pero no tanto”, dijo el presidente electo a los reporteros que seguían la elección en Lima. “Nuestro gas debe servir primero a los peruanos”.
El mensaje de García viene en un momento en que los clientes potenciales: Chile, Brasil y Argentina buscan desesperados más fuentes de gas, temerosos de que las más grandes reservas de la región, ubicadas en Venezuela y Bolivia, no estén disponibles para las necesidades locales. Las estimaciones dicen que Bolivia cuenta con reservas cuatro veces más grandes que las de Perú, mientras que las venezolanas alcanzan 13 veces más. Pero en esos países, el control del estado sobre los yacimientos, y el mal estado de las relaciones entre el sector privado y los gobiernos, frustraría los planes de la región para aumentar los volúmenes de gas para Sudamérica, donde los principales consumidores son Argentina, Brasil y Chile.
Dada la carencia de suficientes reservas en Perú, García habría desestimado el proyecto de un gasoducto, con una inversión de US$2 mil millones, que habría entregado el gas de Camisea a Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil.
Hasta ahora, García ha exteriorizado su apoyo al proyecto de licuefacción del gas natural impulsado por Hunt Oil (50%), SK Corp (30%) y Repsol YPF (20%), que implica una inversión cercana a los US$2.500 millones, y exportaría el gas de Camisea a México y a California a través de un terminal al sur de Lima antes de 2010. El proyecto transformaría a Perú en el primer exportador de GNL de Sudamérica, aunque Venezuela planea enviar gas natural licuado a EE.UU. alrededor de 2010.
Sin embargo, García ha dicho que buscará “renegociar” algunos de los términos del contrato de GNL. El presidente electo espera presionar a las compañías para que entreguen garantías para la provisión de gas barato al mercado doméstico.
La demanda peruana por gas se ha incrementado más de lo esperado, sobre un 20% por año, y es por eso que puede permitirse cambiar el rumbo. La razón central del proyecto de exportación de GNL era que la producción de Camisea no encontraría un mercado en Perú. De hecho, a mediados de 2005, Hunt y sus socios se vieron obligados a reinyectar en la tierra más del 80% de los 12 millones de metros cúbicos por día que produjeron en el Bloque 88, debido a la carencia de la demanda doméstica.
Sin embargo, el panorama de la demanda peruana está cambiando rápidamente. Las estimaciones del gobierno indican que llegará a cerca de los 12 millones de metros cúbicos por día antes de 2010, y a 21 metros cúbicos por día antes de 2025, requiriendo cada vez más gas para el uso doméstico. Algunos analistas creen que Perú podría agotar gran parte de sus reservas en pocas décadas si persigue exportar agresivamente, a menos que pueda atraer nuevas inversiones para la exploración.
La ley de hidrocarburos de 1993 –que propende la entrada de inversionistas extranjeros- ha hecho cada vez más atractivo el sector, al contrario de las leyes de hidrocarburos de Bolivia, Venezuela y Ecuador, que han sido revisadas para dar al estado mayor control sobre las empresas privadas de energía y para alzar impuestos y royalties. García ha prometido no cambiar las pautas legales del sector por decreto.
Repsol YPF compró el 20% del proyecto de GNL de Perú en 2005 luego de que sus planes de exportar el gas boliviano a Norteamérica fueran frustrados por protestas locales contra sus planes de envío del gas a través de Chile. Repsol fue forzado en enero a pasar a pérdida una parte de sus reservas bolivianas.
Perú ya ha confiado pequeños volúmenes de exportaciones de gas natural a Ecuador, pero el mensaje que García ha enviado a Chile, Argentina y Brasil ha sido de reciprocidad: Si ustedes desean el gas peruano, inviertan en la exploración, y si descubre grandes reservas, Perú estará complacido en ampliar sus exportaciones.
Esto, según García, es lo que le dijo al presidente Lula en una reciente reunión en Brasilia. Da Silva está buscando proveedores alternativos luego de que Bolivia nacionalizara su gas en mayo. Mientras Petrobras tiene previsto invertir entre US$60-70 millones en proyectos de exploración y producción en Perú este año, García quisiera que las inversiones de Petrobras se elevasen.
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