El Presidente americano, George W. Bush, ha pedido oficialmente al Congreso el fin de las restricciones al mercado nuclear indio, en vigor desde 1998. Después de meses de espera, India ve abrirse la posibilidad de acceder a recursos fundamentales para sus necesidades energéticas. Se perfecciona, además, el acercamiento Washington-Nueva Delhi, una partnership estratégica para los equilibrios geopolíticos del área asiática y no únicamente.
En estos días el Congreso americano debería discutir y eventualmente ratificar un acuerdo de suministro de combustible nuclear, firmado por los gobiernos de Estados Unidos e India. Este acuerdo está pendiente desde hace casi un año, y está provocando conflictos de opiniones dentro de la administración Bush. La última vez que en el Congreso se ha discutido e intentado aprobar la ratificación, la coalición de los Demócratas ha parado el procedimiento. Estos, en efecto, hacen notar las malas relaciones entre Nueva Delhi, que ha salido del Tratado de No Proliferación nuclear (TNP), y el AIEA; la administración Bush está intentando llegar a un compromiso, bajo la presión del Gobierno del Primer Ministro indio Manmohan Singh.
En estos días, en efecto, se han encontrado el subsecretario para los Asuntos Exteriores Shyam Saran y el subsecretario de Estado estadounidense Nicholas Burns; el intento del diplomático asiático fue hacer el punto de la situación por cuánto concierne la ratificación, mientras el objetivo de su homólogo americano fue aclarar los proyectos atómicos de India, y tratar de acelerar la colaboración con el AIEA. El presidente americano, Gorge W. Bush, ha hecho entender la importancia para la política de su administración de esta partnership pidiendo oficialmente el fin de las restricciones comerciales en ámbito nuclear para India, en vigor desde1998, año en que Nueva Delhi, efectuó algunas pruebas con cabezas nucleares.
Para India, la carta blanca para este contrato de suministro, abriría la posibilidad de acceso a nuevos recursos bien para el nuclear civil, bien para el militar. Nueva Delhi, pues, tendría un punto más en la competición con el rival regional chino por los recursos energéticos y por el peso estratégico en la región.
Estados Unidos se encuentran a deber desempeñar un papel muy ambiguo: si de una parte, en efecto, el mercado indiano es absolutamente ventajoso, de la otra parte se concedería a un país que no ha firmado el TNP, y con un ambicioso programa de armamento en curso, conseguir el acceso a todo el material útil para sus objetivos, civiles y militar; todo eso entraría en contradicción con la política de fuerte contraste a la proliferación nuclear perseguida en estos últimos años, y haría perder ulteriormente credibilidad delante de la Comunidad Internacional.
Ventajas para todos
La ratificación del tratado es importante para ambos los contrayentes. La aprobación por parte del Congreso equivaldría al reconocimiento por parte americana del papel jugado por India en la región desde el punto de vista económico y político, y ayudaría a sancionar el derecho de Nueva Delhi a acceder a las tecnologías nucleares a pesar de no formar parte del TNP, derecho conquistado gracias a la fiabilidad demostrada en los años de Nueva Delhi.
Para Estados Unidos este contrato asume dos sentidos: desde el lado económico abrirse al comercio de material nuclear con Nueva Delhi, quiere decir asuntos de millones de dólares para muchas sociedades americanas especializadas en el sector, y que desde hace tiempo padecen la competencia de los homólogos chinos y rusos; desde la perspectiva geo-estratégica, el éxito de esta colaboración, acercaría India a Washington, dando vida de este modo a una alianza estratégica fundamental para poder llevar la voz cantante en las cuestiones de Asia meridional. Esta colaboración, esta vecindad estratégica, expresa el valor determinante que posee, no en relación a las afinidades políticas de los dos estados, sino en relación al hecho de que Washington en estos últimos años ha visto reducir sus consensos en el continente asiático. A la luz de esto se puede entender fácilmente como, en tal contexto, la India, se convierta en una base irrenunciable por su posición geográfica, por el peso económico que está asumiendo y por sus potencialidades, también a nivel de recursos humanos.
Ambos países tienen que afrontar además los crecientes movimientos internos anti-nucleares; la administración Bush, una vez más, está siendo criticada a causa de la ambigüedad de su política exterior por lo que concierne la proliferación de los armamentos nucleares: si por una parte, en efecto, contrasta algunos países por sus elecciones de desarrollo nuclear, Irán y Corea del Norte en primer lugar, y no excluye el empleo de la fuerza armada, por otra parte estipula contratos de suministro de materiales para almacenar y administrar combustible nuclear con un país que se niega a aceptar las limitaciones del TNP.
Se buscan Partidarios
Particularmente intensa es la actividad de la diplomacia India en estos días: cosa de una semana, el Ministro de Asuntos Exteriores indio Anand Sharma, ha visitado Brasil, Sudáfrica y Japón; el subsecretario para los Asuntos Exteriores Shyam Saran ha encontrado el subsecretario de Estado Estadounidense Nicholas Burns y el Ministro de Defensa Pranab Mukherjee ha firmado un Memorándum de intentos con su homólogo chino, el general Cao Gangchuan, en Pekín. Estos encuentros han precedido el summit del Nuclear Suppliers Group (NSG), que se ha tenido lunes 5 de junio en San Paolo, Brasil. El NSG consiste en una conferencia de los 46 estados activos en campo nuclear, de los productores de combustible para la fisión, pasando por los proveedores de las tecnologías, hasta los productores conclusivos de la energía nuclear.
Dentro del NSG, los 46 miembros, están divididos, por lo que concierne la abertura del mercado nuclear de Nueva Delhi, entre escepticismo e interés económico: si por una parte, en efecto, las previsiones económicas hablan de potenciales asuntos de millones de dólares, sobre el otro plato de la bascula hay la fallida firma del TNP por parte de India, y la no concedida colaboración con el AIEA. Éstas son argumentaciones muy fuertes, y de fuerte impacto diplomático, que pueden ser fácilmente empuñados por otros actores geopolíticos que ven en la India un potencial y temible rival económico y no sólo, bien a nivel regional, bien a nivel global. Desde este punto de vista, la abertura americana, actuada directamente por el presidente, desbloquea la situación: Nueva Delhi, en efecto, tiene todo el interés en quedarse un partner confiado para Washington, evidencia que resuelve mucha dudas sobre la futura política nuclear del gobierno del Primer Ministro indio Manmohan Singh.
Existe sin embargo la posibilidad concreta que este acercamiento Usa-India no le guste al principal competidor regional indio, (y también potencial rival a escala global para EE.UU): para evitar crisis diplomáticas se ha organizado el encuentro entre el Ministro de Defensa indio y su homólogo chino en los pasados días en Pekín: el Memorándum de Intentos, suscrito por ambos al final de los coloquios, inaugura una serie de ejercicios militares conjuntos y algunas otras colaboraciones en temas de seguridad regional y antiterrorismo. Pero el sentido político de este documento va precisamente más allá de estas decisiones técnicas: India y China son dos superpotencias en estrecho contacto, con una guerra de frontera en el pasado (1962), ambas en las ápices del crecimiento económico del mundo, pero que han decidido colaborar, o por lo menos tolerarse, por ahora, aplazando el hecho de que Pekín suministra armas a Pakistán y que Nueva Delhi está vinculado a EE.UU. y Japón a través de importantes colaboraciones económicas.
Síndrome del cerco
Los muchos gobiernos indios que han habido siempre se han comportado considerando India rodeada. El actual gobierno de Nueva Delhi, guiado por el Primer Ministro Manmohan Singh, tiene que enfrentarse a muchas situaciones con un importante riesgo potencial: la rivalidad histórica con Pakistán, más allá de desarrollarse sobre cuestiones territoriales, en los años se ha transformado en una competición táctica sobre los armamentos de destrucción de masa; como una mini guerra fría, cada programa de desarrollo de misiles balísticos de uno de los dos países, está contrabalanceado con un programa de la contraparte, ligeramente más innovador, con el objetivo de poder tener en tensión el país adversario; India y Pakistán no han adherido al TNP, y ambos países han desarrollado, a lo largo de los años, tecnologías nucleares capaces de destruirse recíprocamente en pocos minutos. Pero Nueva Delhi tiene también que enfrentarse a una rivalidad más preocupante: China, desde algunos años primer país por crecimiento económico a nivel mundial delante de la India, se presenta como un coloso militar y económico cada vez más en competición con los países colindantes, gracias también a las infiltraciones económicas de las comunidades chinas difusas en todas las zonas de la Asia Meridional. Sin tener en cuenta que Pekín cuenta con numerosas cabezas nucleares. China es, por lo tanto, un potencial enemigo, además de un rival, para Nueva Delhi: los dos colosos, (que son también los dos países más poblados del planeta), tienen las tasas de crecimiento más alto del mundo, y compiten cotidianamente para adjudicarse posiciones más ventajosas en todos los mercados y sobre todo para acapararse fuentes energéticas, vitales para ambos. En esta óptica por lo tanto, la competición sobre el nuclear evidencia toda su importancia geo-estratégica. La abertura del mercado nuclear indio, por parte americana, podría solucionar al menos una parte de los crecientes problemas energéticos que afectan la India, potenciando su crecimiento económico y por consiguiente su peso político en la macro-zona asiática, a perjuicio obviamente de su poderoso vecino.
Al cuadro general del contexto político-diplomático indio hay que añadir tensiones interiores y terroristas, pequeños conflictos en otras fronteras, y relaciones no particularmente idílicas con otros estados colindantes como el Myanmar (ex-Birmania), Bangladesh y Nepal. En esta perspectiva deviene fundamental el poder hacer la "voz fuerte” y para hacerlo hace falta tener los recursos; en esta perspectiva se tienen que leer los esfuerzos de los varios gobiernos indios en perseguir los proyectos de "nuclear weaponization", cruz y delicia de la credibilidad internacional india.
Primera víctima: el TNP
Pero la abertura del mercado indio ya ha hecho su primera víctima: el TNP así es completamente ignorado y subalternado a la política económica y energética. La India, en efecto, fuera del TNP, debería ser excluida por cada mercado de suministros nucleares: la abertura americana crea en cambio un precedente que sanciona el fin de la credibilidad del mismo TNP. Difícilmente ahora la Comunidad Internacional podrá dialogar, apelándose a este Tratado, con países como Irán y Corea del Norte, que reivindican desde hace años el derecho al nuclear, y que desde hace años están excluidos por el mercado, por motivos de seguridad mundial, ya que sus programas militares están finalizados al armamento atómico táctico. Si se mira, en efecto, a la historia de los armamentos indios, es difícil encontrar diversidades discriminante con respecto a cualquier otro país en la carrera para dotarse con armamentos nucleares.
Después de una serie de misiles, en efecto, realizados partiendo de tecnologías soviéticas o Norte-coreanas, los primeros intentos se concretaron en 1983, cuando se efectuaron las primeras pruebas de vuelo de los misiles balísticos de nueva generación Agni: estas pruebas demostraron que los Agni podían cubrir una distancia de hasta a 1.500 kilómetros, en otras palabras, se podía alcanzar toda el área pakistaní, y también toda la China meridional.
En 1994 se iniciaron los trabajos para el proyecto Agni II y en 1999 se realizaron las primeras pruebas de nueva generación de misiles balísticos indiano. El Agni II se presenta con un alcance de unos 2.000 kilómetros y con una capacidad de carga potenciada con respecto a su predecesor; además, utilizando combustible sólido, se puede dejar listo para el uso sin problemas de manutención, y puede ser lanzado en unos 15 minutos. La precisión artificiosa es de 40 metros, y los laboratorios militares han desarrollado una plataforma de lanzamiento móvil, que vuelve velozmente transportables los misiles, también utilizando la red ferroviaria. El Agni II puede ser cargado con cabezas nucleares. Además de todo Pakistán, también las principales ciudades y los principales centros industriales de China están al alcance de las armas indias.
Actualmente el gobierno indio está financiando el proyecto Agni III, que será un ulterior perfeccionamiento del arma, aumentando precisión, cargo útil, alcance y velocidad de activación.
A la luz de eso, la concesión americana supera el TNP, contradiciéndolo y casi ignorándolo, pisando su credibilidad y, muy probablemente, decretando su muerte.
Conclusiones
La India se convierte en un aliado natural para Estados Unidos, aliado en primera línea en la contención del coloso chino, y lo hace adquiriendo sólo ventajas: después de años de cierres y limitaciones, con la ratificación del Congreso USA por fin conseguirá el reconocimiento de su mercado nuclear, pudiendo acceder así a recursos fundamentales para sus necesidades energéticas, lanzando ulteriormente su crecimiento económico, y contrabalanceando la superpotencia china. Además se desvinculará su carrera a los armamentos nucleares, en respuesta a los suministros chinos a Pakistán, el enemigo de siempre, y a las demostraciones de fuerza que periódicamente Pekín ostenta a través de exuberantes ejercicios militares. Washington podrá creerse satisfecho, ya que de este modo atará a si mismo un país con inmensas potencialidades como la India y porque habrá abierto un nuevo mercado en el que puede mantener una posición hegemónica.
Pero desde la perspectiva china se ven americanos en todo sitio: India, Japón, Israel, las bases americanas en Oriente Medio y en el Sureste asiático. Pekín se puede considerar rodeada y controlada, y de este modo considerarse el rival número una de la Casa Blanca, polarizando a su favor alianzas de países que rechazan la injerencia americana, Rusia en primer lugar, papel al que siempre ha anhelado.
Con la ratificación del acuerdo hará falta pero registrar el final político del TNP, que, siendo refutado y no respetado por el país que más que todos lo promovió, perderá, si no lo ha hecho ya, toda su fuerza y su peso diplomático, con las consecuencias geopolíticas y geoestratégicas globales fácilmente imaginables.
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