ESPAÑA: Urbanismo nuclear

La campaña electoral (ésta, en la que ya estamos metidos casi un año antes de que nos llamen a votar) va a ser muy distinta a las precedentes. La bicha del cementerio nuclear ha sido siempre una constante en estos trances, una bicha que duerme durante los tres primeros años de cada mandato municipal y autonómico, y que asoma la cabeza justo en vísperas electorales para poner en un brete a los alcaldes y a los partidos que más mandan. Pero ya no. Esta vez no. Con el amago del primer edil de Peque y las consiguientes reacciones de todos los partidos, grupos ecologistas, colectivos vecinales y representantes máximos de instituciones locales, provinciales, autonómicas y astrales, se conoce que el Gobierno se ha asustado y ha pospuesto para después de los comicios la decisión de a qué pueblo o a qué comarca le endosa este cadáver. De momento hay un centenar de municipios que, según fuentes oficiales, sólo han solicitado información, que es lo que hizo en su día nuestro alcalde Rafael Lobato y ya vimos la que le vino encima. Pero las mismas fuentes se niegan a facilitar los nombres de los ayuntamientos "curiosos", para que no sufran presiones y para que los miembros de las corporaciones no tengan que pasearse por el pueblo con escolta.
Y es que, si hacemos abstracción de los riesgos que encierra una instalación de estas características, si dejamos a un lado la mala prensa que tiene todo lo nuclear, el Almacén Temporal Centralizado de Residuos Radioactivos es una bicoca, un chollo que sacará de pobre a la aldea más miserable, como casi todos ustedes saben ya. Cuentan los papeles oficiales que es la inversión más cuantiosa de la legislatura y sin precedentes en gobiernos anteriores: 700 millones de euros para la construcción, más 12 millones de euros anuales (y actualizados cada doce meses) en concepto de compensación hasta el año 2071. A eso hay que añadir los impuestos que generen las instalaciones y que van directos al Ayuntamiento "beneficiario", los 300 puestos de trabajo que se crearán en los cinco años que duren las obras y otros ciento y pico empleos permanentes a lo largo de los 60 años de vida del almacén. O sea, que ya ven que
la "curiosidad" del alcalde de Peque estaba más que justificada, aunque ya se sabe que fue precisamente la curiosidad lo que mató al gato.

Descartado, pues, que el cementerio nuclear sea motivo del debate electoral, todo indica que esta vez el asunto estrella puede ser el urbanismo, el último modelo de alquimia política que transforma en oro todo lo que toca. Con sólo dibujar un par de trazos en un plano, lo que hoy son huertas devaluadas -porque la agricultura va de culo- pasarán en un cerrar y abrir de ojos a ser zona urbanizable, área residencial y lo que sea menester para que el metro cuadrado de tierra multiplique su precio por diez, por veinte o por cuarenta. Estas cosas del planeamiento urbanístico, del cambio de planes como el ocurrido con la ampliación industrial de Los Llanos o de estirar la ciudad a capricho por uno u otro lado siempre benefician a alguien en concreto, lo que no quiere decir que se haga adrede, aunque se haga, ni que nadie con poder se lucre de ello. Por eso está el patio político y empresarial tan alborotado en vísperas de la modificación del Plan de Ordenación Urbana de Zamora, que yo creí que sólo se iba a reformar para planificar el nuevo puente y cuatro accesos. Pero ya veo que la reforma es amplia. Que encierra más de una sorpresa. Se lleva la cosa con tal sigilo que lo mismo le han hecho sitio ya (quizá donde iba a ser la ampliación de los Llanos o mismamente en Villagodio) al cementerio nuclear del centenar de novios. ¿Les habrán cegado los millones a nuestros concejales?
LaOpinion

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