El nuevo rechazo comunitario confirma que el mercado energético europeo arrastra una contradicción grave entre los principios fundamentales (libertad de capitales y de establecimiento) y la práctica económica real, en la que los Gobiernos son responsables del suministro energético y existen barreras económicas e industriales -redes nacionales, fronteras- que no existen en los mercados financieros. Bruselas defiende derechos abstractos, muy loables, mientras que en París, Berlín o Madrid tienen que responder ante sus ciudadanos de que no se apague la luz y se enciendan las calefacciones; Neelie Kroes trabaja como si Europa viviese en un mercado energético perfecto, pero en realidad Francia, Italia y Alemania han erigido sofisticadas y eficaces barreras de entrada para proteger a sus empresas.
A corto plazo, el encontronazo del Gobierno español con la CEE se resolverá seguramente con alguna componenda política; a medio y largo plazo, la contradicción sólo se resolverá cuando exista un mercado único de la energía y un regulador único europeo. ¿Es eso lo que quieren EDF, E.ON y Enel?
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