Iberdrola, la segunda eléctrica española se ha convertido en la tercera de Europa al comprar Scottish Power por 17.200 millones de euros, un 53 por cien, en efectivo y un 47 por cien en acciones: 0.1646 acciones de Iberdrola de nueva emisión por cada acción de Scottish. En el campeonato europeo la compañía que preside Ignacio Sánchez Galán se sitúa tras Electricité de France (Edf ) y E.on que continua con su batalla para hacerse con Endesa, la primera eléctrica española.
Iberdrola no encontrará las dificultades con las que se topa E.ON por razones obvias entre las que destaco cuatro: 1) La oferta es amistosa; 2) Iberdrola a diferencia de Endesa, compra y no vende; 3) El Reino Unido es el único país de la Unión Europea que aplica de verdad la libertad de mercado sin proteccionismos estatales y 4) Al ser una operación de ámbito europeo las autoridades españolas no tienen nada que decir y la última palabra la tiene Bruselas cuya obligación es velar contra los proteccionismos nacionales de los países que integran la Unión. Ayer mismo la Comisión Europea ha comunicado al Gobierno español que sigue considerando ilegales las nuevas condiciones de España a la opa de E.ON al estimar que violan el derecho comunitario.
Un movimiento corporativo de tanta entidad tiene consecuencias de una complejidad que se resiste a un análisis preciso. La más aparente es el blindaje de Sánchez Galán y de la compañía frente a invasiones como la que puso en un brete al colega Manuel Pizarro en Endesa. Los factores personales, legítimos por supuesto, son los que originan las fusiones y solo después se descubren evidentes sinergias; “Tenemos modelos de negocio totalmente complementarios y nos une también nuestra cultura propia de países periféricos” ha explicado Galán quien también resaltó la diversificación del riesgo pues prácticamente la mitad del beneficio futuro procederá de Reino Unido, Estados Unidos, México y Brasil. La mejor baza es la clientelar en el mejor sentido de la palabra: la compañía resultante se hace con un mercado de 21 millones de clientes, una buena parte en mercados no regulados. Tampoco es una ventaja baladí que tras esta operación se facilite la fusión proyectada con Unión Fenosa la compañía controlada por el ex presidente del Real Madrid o con la insinuada unión con Gas Natural. Bruselas es competente cuando una de las empresas implicadas obtiene al menos un tercio de su facturación fuera de su mercado nacional y Scottish representa el 40 por cien de la cifra total del negocio del grupo resultante.
No es desde luego el blindaje de Galán el único interés personal afectado por el nuevo electrochoque: al pagar a los accionistas de Scottish una parte en acciones – en “papelitos” como dijera Pizarro con sarcasmo al referirse a la opa de Gas Natural, el valor de la acción se diluye y se achica la participación de ACS, la empresa presidida por Florentino Pérez de la que son dueños este, los March y los Albertos, que era el accionista de referencia de Iberdrola; ahora pasa del 10 al 7.9 por ciento y pierde en la operación más de 4.000 millones de euros. Pero lo más importante no es esta miseria – el equivalente a 665.000 millones de pesetas – sino que deja de ser el lord protector de Ignacio Sánchez Galán que brilla sin nadie que le haga sombra. En estos grandes movimientos corporativos, aunque cueste creerlo, lo esencial no es el dinero sino el poder; la soberbia o la vanidad se imponen sobre la avaricia, una constatación romántica y hasta altruista que viene a demostrar una vez más que el dinero no es lo que da la felicidad aunque, ciertamente, contribuye a calmar los nervios.
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