Para paliar la escasez de energía, el Gobierno nacional anunció la reactivación de la generación nuclear. En nuestro país existen varios yacimientos de uranio, pero fueron privatizados en los ‘90. Especialistas aseguran que es un sistema no contaminante y que permitirá superar la falta de combustibles fósiles, pero advierten que siempre “hay riesgos”. Los ecologistas de Greenpeace se oponen. En la Argentina, sólo el 8% de la energía es nuclear y el objetivo de la administración es elevar el índice al 14% en el corto plazo. En la actualidad, el 55% de la oferta es generada por las centrales térmicas.
La generación de energía nuclear en el país no es una actividad novedosa. En 1950, el presidente Juan Domingo Perón creó por decreto la la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) para convertir a la Argentina en un país de avanzada en materia nuclear, hasta entonces una actividad desarrollada en exclusividad por Estados Unidos y la Unión Soviética.
Medio siglo después, la recuperación de la actividad económica nacional y la falta de inversiones en el sector eléctrico pusieron al país al borde de una crisis energética. Otras cuestiones internacionales como la estampida del precio del crudo y el agotamiento de los combustibles fósiles, el gobierno de Néstor Kirchner decidió darle un nuevo impulso a la actividad nuclear en el país.
En agosto, el ministro de Plani- ficación, Julio de Vido, anunció que los ejes de esa reactivación “se basan en dos cuestiones técnicas primordiales, pragmáticas y de neto contenido estratégico: primero, la generación masiva de energía nucleoeléctrica, y segundo, la aplicación de la tecnología nuclear a la salud pública y en la industria”.
En la actualidad, el 8% de la energía eléctrica que se utiliza en Argentina es nuclear. Suena fuerte: en todo el mundo las palabras “nuclear” y “atómica” recuerdan a la tragedia de Chernobyl. Pero los especialistas aseguran que es sólo una de las tantas formas de generar energía.
El objetivo del Gobierno es llegar a producir el 14% de la energía que se consume en el país en las centrales atómicas. Hasta la fecha Kirchner relanzó Atucha I, extendió la vida útil de Embalse, comenzó a construir Atucha II y anunció la creación de una cuarta central atómica. Para concretar esos emprendimientos hace falta una inversión de mil millones de pesos.
“Estamos a favor del desarrollo de Atucha II y III porque no hay muchas posibilidades de generar grandes usinas capaces de abastecer al mercado nacional. Sin petróleo y sin gas, la salida es la energía atómica”, explicó el ex subsecretario de Energía, Gustavo Calleja en diálogo con Hoy. El ex funcionario de la administración de Raúl Alfonsín forma parte del grupo Moreno (Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional Orientadora), integrado por especialistas en materia energética.
A nivel mundial se está registrando una tendencia en favor de la recuperación de la energía nuclear para la generación de electricidad. Este mecanismo cuenta con una gran ventaja por sobre los combustibles fósiles: no genera el efecto invernadero. Es decir, no es contaminante.
“La diferencia es que es menos contaminante pero siempre hay riesgo, se llama riesgo no acotado”, indicó Calleja. Esa contraindicación de la energía nuclear radica en que ante un accidente no se pueden limitar a un espacio ni en el tiempo los efectos adversos que provoca la intoxicación. En el mundo todavía se viven las secuelas de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, y del escape de Chernobyl. Sin embargo, el panorama mundial alienta a los gobiernos a retomar este modelo de generación de energía. “En el mundo hay reservas de gas para 60 años y en Argentina las reservas de gas y petróleo son para 8 años, de a poco nos estamos convirtiendo en un país importador”, señaló Calleja.
También, el actual subsecretario de energía, Daniel Cameron, respaldó esta posición el 27 de noviembre último en la inauguración de un congreso sobre energía. “No se puede permanecer indiferente ante el aumento de los precios de los combustibles fósiles, el aumento de la demanda en el planeta entero y la declinación natural de los recursos no renovables”, explicó.
La energía nuclear, producida en centrales atómicas, sirve como impulso para mover las turbinas que finalmente generan electricidad. También el agua (represas hidroeléctricas) o el gas (termoeléctricas) pueden “mover” las usinas. Las energías eólica y solar sirven para pequeños emprendimientos (una casa o un auto), pero no para abastecer a todo un sistema productivo.
Por ese motivo, los especialistas en energía nuclear reclaman que el Gobierno también refuerce la construcción de represas hidroeléctricas porque además de una fuente de energía limpia permite obtener agua potable, riego y emprendimientos turísticos.
Uranio enriquecido
El proyecto del Gobierno nacional contempla retomar la industria del enriquecimiento de uranio, el mineral que se utiliza como combustible. Hasta la década del 90, Argentina exportaba este material, pero tras las privatizaciones la central de Energía atómica debió restringirse a generación de uranio enriquecido para la
industria médica.
“Hay que retomar la ley Aramburu, que establecía que el uranio es un material estratégico del Estado y no se puede comercializar, pero por un disparate más de la era menemista, las minas fueron privatizadas y la producción local de uranio hoy se vende en el mercado interno a precios internacionales y es una pena porque hay muchas reservas”, afirmó el especialista.
El ministro de Vido habló de esta posibilidad a mediados de año. “La decisión de contar con generación nucleoeléctrica implica también la necesidad de impulsar la minería del uranio”, señaló.
Por su parte, Hugo Palamidesi, ingeniero de la Comisión nacional de Energía Atómica (CNEA), aseguró en un documento de la Asociación de Profesionales de CNEA y la Actividad Nuclear, que el uranio es un “mineral estratégico” como fuente de energía primaria para la producción de electricidad en las centrales nucleares, que generan el 17% de la electricidad utilizada en el mundo. Este mineral permite sustituir el consumo de petróleo, gas y carbón, y evita la emisión a la atmósfera de millones de toneladas de compuestos contaminantes y gases de efecto invernadero.
En Argentina hay varios yacimientos de uranio. La CNEA tiene dos: uno en San Rafael (Mendoza) y otro en Pilcaniyeu (Río Negro), pero hay otros más pequeños que fueron privatizados.
diarioHoy.net
La generación de energía nuclear en el país no es una actividad novedosa. En 1950, el presidente Juan Domingo Perón creó por decreto la la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) para convertir a la Argentina en un país de avanzada en materia nuclear, hasta entonces una actividad desarrollada en exclusividad por Estados Unidos y la Unión Soviética.
Medio siglo después, la recuperación de la actividad económica nacional y la falta de inversiones en el sector eléctrico pusieron al país al borde de una crisis energética. Otras cuestiones internacionales como la estampida del precio del crudo y el agotamiento de los combustibles fósiles, el gobierno de Néstor Kirchner decidió darle un nuevo impulso a la actividad nuclear en el país.
En agosto, el ministro de Plani- ficación, Julio de Vido, anunció que los ejes de esa reactivación “se basan en dos cuestiones técnicas primordiales, pragmáticas y de neto contenido estratégico: primero, la generación masiva de energía nucleoeléctrica, y segundo, la aplicación de la tecnología nuclear a la salud pública y en la industria”.
En la actualidad, el 8% de la energía eléctrica que se utiliza en Argentina es nuclear. Suena fuerte: en todo el mundo las palabras “nuclear” y “atómica” recuerdan a la tragedia de Chernobyl. Pero los especialistas aseguran que es sólo una de las tantas formas de generar energía.
El objetivo del Gobierno es llegar a producir el 14% de la energía que se consume en el país en las centrales atómicas. Hasta la fecha Kirchner relanzó Atucha I, extendió la vida útil de Embalse, comenzó a construir Atucha II y anunció la creación de una cuarta central atómica. Para concretar esos emprendimientos hace falta una inversión de mil millones de pesos.
“Estamos a favor del desarrollo de Atucha II y III porque no hay muchas posibilidades de generar grandes usinas capaces de abastecer al mercado nacional. Sin petróleo y sin gas, la salida es la energía atómica”, explicó el ex subsecretario de Energía, Gustavo Calleja en diálogo con Hoy. El ex funcionario de la administración de Raúl Alfonsín forma parte del grupo Moreno (Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional Orientadora), integrado por especialistas en materia energética.
A nivel mundial se está registrando una tendencia en favor de la recuperación de la energía nuclear para la generación de electricidad. Este mecanismo cuenta con una gran ventaja por sobre los combustibles fósiles: no genera el efecto invernadero. Es decir, no es contaminante.
“La diferencia es que es menos contaminante pero siempre hay riesgo, se llama riesgo no acotado”, indicó Calleja. Esa contraindicación de la energía nuclear radica en que ante un accidente no se pueden limitar a un espacio ni en el tiempo los efectos adversos que provoca la intoxicación. En el mundo todavía se viven las secuelas de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, y del escape de Chernobyl. Sin embargo, el panorama mundial alienta a los gobiernos a retomar este modelo de generación de energía. “En el mundo hay reservas de gas para 60 años y en Argentina las reservas de gas y petróleo son para 8 años, de a poco nos estamos convirtiendo en un país importador”, señaló Calleja.
También, el actual subsecretario de energía, Daniel Cameron, respaldó esta posición el 27 de noviembre último en la inauguración de un congreso sobre energía. “No se puede permanecer indiferente ante el aumento de los precios de los combustibles fósiles, el aumento de la demanda en el planeta entero y la declinación natural de los recursos no renovables”, explicó.
La energía nuclear, producida en centrales atómicas, sirve como impulso para mover las turbinas que finalmente generan electricidad. También el agua (represas hidroeléctricas) o el gas (termoeléctricas) pueden “mover” las usinas. Las energías eólica y solar sirven para pequeños emprendimientos (una casa o un auto), pero no para abastecer a todo un sistema productivo.
Por ese motivo, los especialistas en energía nuclear reclaman que el Gobierno también refuerce la construcción de represas hidroeléctricas porque además de una fuente de energía limpia permite obtener agua potable, riego y emprendimientos turísticos.
Uranio enriquecido
El proyecto del Gobierno nacional contempla retomar la industria del enriquecimiento de uranio, el mineral que se utiliza como combustible. Hasta la década del 90, Argentina exportaba este material, pero tras las privatizaciones la central de Energía atómica debió restringirse a generación de uranio enriquecido para la
industria médica.
“Hay que retomar la ley Aramburu, que establecía que el uranio es un material estratégico del Estado y no se puede comercializar, pero por un disparate más de la era menemista, las minas fueron privatizadas y la producción local de uranio hoy se vende en el mercado interno a precios internacionales y es una pena porque hay muchas reservas”, afirmó el especialista.
El ministro de Vido habló de esta posibilidad a mediados de año. “La decisión de contar con generación nucleoeléctrica implica también la necesidad de impulsar la minería del uranio”, señaló.
Por su parte, Hugo Palamidesi, ingeniero de la Comisión nacional de Energía Atómica (CNEA), aseguró en un documento de la Asociación de Profesionales de CNEA y la Actividad Nuclear, que el uranio es un “mineral estratégico” como fuente de energía primaria para la producción de electricidad en las centrales nucleares, que generan el 17% de la electricidad utilizada en el mundo. Este mineral permite sustituir el consumo de petróleo, gas y carbón, y evita la emisión a la atmósfera de millones de toneladas de compuestos contaminantes y gases de efecto invernadero.
En Argentina hay varios yacimientos de uranio. La CNEA tiene dos: uno en San Rafael (Mendoza) y otro en Pilcaniyeu (Río Negro), pero hay otros más pequeños que fueron privatizados.
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