Resurge nacionalismo petrolero

Más de una década después de haber fundado la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), Juan Pablo Pérez Alfonzo se desencantó del combustible.

Profundamente desalentado por el efecto destructivo que los altos precios del petróleo tuvieron en las naciones productoras de crudo como su nativa Venezuela, en 1976 lo denominó "el excremento del diablo".

Ahora, 30 años después, el precio se ha disparado otra vez y las naciones ricas en petróleo están siguiendo la misma ruta de agresivo nacionalismo que provocó que el padre de la OPEP repudiara su creación.

En su más reciente manifestación, Bolivia nacionalizó el domingo pasado su industria energética, enviando al ejército a ocupar los campos de gas y amenazando con expulsar a las compañías internacionales de petróleo en 180 días si éstas no aceptan contratos nuevos y menos favorables.

Evo Morales, su recientemente elegido presidente, declaró: "ha llegado el momento, el día esperado, un día histórico en el que Bolivia retoma el control absoluto de nuestros recursos naturales".

En la medida que las naciones ricas en energía se han vuelto más acaudaladas y menos dependientes de los inversionistas extranjeros, también han adoptado posturas cada vez más enérgicas.

Rusia ha amenazado con reducir el abasto a sus clientes más grandes a menos que éstos acepten precios más altos, mientras que otros países, como Venezuela, han puesto en riesgo las inversiones al imponer onerosos contratos a las compañías internacionales.

Las ambiciones de estos países tienen consecuencias que resuenan más allá de los consejos directivos de los inversionistas. Cuando los gobiernos nacionales fortalecen su control, el resultado más frecuente es el deterioro de la industria del país y un descenso en la producción, una tendencia que el mundo difícilmente puede darse el lujo de aceptar. "El ascenso del nacionalismo es una preocupación para la producción futura (de gas y petróleo)", advirtió William Ramsay, subdirector de la Agencia Internacional de Energía, el organismo de vigilancia de los precios del mundo occidental.

Ramsay no tiene dudas de que el nacionalismo en Latinoamérica y en otras partes es autodestructivo. "Se están embarcando en un camino peligroso", agregó. "Mire la capacidad de producción de Venezuela; ha caído dramáticamente. Este es el precio que tiene que pagarse. Si no logra un balance adecuado entre los intereses de las compañías y los intereses del país, el país será el que pierda a final de cuentas".

No sólo las naciones involucradas sino los consumidores de todo el mundo sufren cuando esto sucede. Julian Lee, del Centro de Estudios Globales de Energía en Londres, estima que los factores que involucran crisis geopolíticas y nacionalismo en Irán, Irak, Nigeria, Rusia, Kuwait y Venezuela han reducido el abastecimiento petrolero desde el 2000 en hasta 7.8 millones de barriles diarios, equivalentes al consumo combinado de Alemania, Francia, Italia y España.

Frederic Lasserre, analista en jefe de energía de Société Générale en París, agregó que "Latinoamérica es la región perfecta para ser testigos del impacto del nacionalismo en la producción. México y Venezuela han declarado durante los últimos 10 años que son capaces de incrementar su producción petrolera. En ambos casos, la producción no ha aumentado realmente e incluso está mostrando algunos indicios de declive".

La consecuencia de todo este despliegue de fuerza es que los precios del petróleo se han duplicado en los últimos tres años, a aproximadamente 75 dólares el barril.

Esto ha desatado demandas de los gobiernos para que las compañías petroleras internacionales entreguen una mayor parte de las ganancias. Christophe de Margerie, jefe de exploración y producción de Total, el grupo de energía francés, indicó que "hace dos años dije que el barril a 33 dólares era la peor cosa que había visto, que era una pesadilla. Ahora, puedo llamarla un pesadilla ´bonita´, un sueño".

En algunos países, como Reino Unido, la disputa entre las compañías petroleras internacionales y el gobierno ha recordado una ordenada competencia de lucha olímpica. En otros, destacadamente Venezuela y Rusia, la lucha es más enconada. Pero en occidente también pueden tomarse medidas drásticas. En diciembre, Gordon Brown, secretario del Tesoro, aumentó la tasa de impuestos para compañías que producen gas o petróleo en Reino Unido a 50%, a pesar de que se necesita un aumento de la inversión para contener la caída de la producción de los envejecidos campos del Mar del Norte.

Incluso en lugares donde los gobiernos siguen siendo amistosos con los inversionistas internacionales, las demandas a las empresas petroleras a veces proceden de grupos rebeldes. En Nigeria, por ejemplo, militantes han solicitado pagos directos a las comunidades locales a gigantes petroleros como Shell.

En Venezuela, según cálculos de la consultora Wood Mackenzie, el estado ha confiscado 5 mil 400 millones de dólares a empresas petroleras internacionales, cambiando las condiciones de los contratos. El ministerio de Energía del país argumenta que los viejos contratos se escribieron en momentos en que los precios petroleros eran bajos y que el gobierno anterior, que los negoció, estaba demasiado ansioso por atraer a las compañías petroleras internacionales a Venezuela mediante acuerdos generosos.

Pero el tono de Caracas bajo el liderazgo del presidente Hugo Chávez se está volviendo crecientemente nacionalista. Rafael Ramírez, ministro de Petróleo venezolano, acusó el año pasado a Repsol YPF, el grupo de energía español, de colonialismo, por incluir en sus libros las reservas con las que cuenta en el país. Según los nuevos contratos, PDVSA, la compañía petrolera estatal, ha aumentado su participación en empresas conjuntas con compañías internacionales, de alrededor de 20% a cerca de 60%.

"Eso es un problema porque PDVSA tiene el control. ¿Confía en el gobierno para decidir su futuro? ¿Cómo, cuándo, dónde, cuánto u qué tan rápido invierte?", se preguntó con preocupación un ejecutivo de la industria. Chávez incluso ha llegado al decomiso. Con actitud ceremoniosa izó la bandera en los campos de Total y Eni luego de una disputa por adeudos fiscales con las compañías europeas.

Ahora, el ministerio del Petróleo tiene en la mira los contratos del costoso campo de petróleo pesado del cinturón del Orinoco, lo que ha causado que algunos ejecutivos extranjeros esperen lo peor: la nacionalización total de la segunda industria petrolera más grande de Latinoamérica.

¿Por qué lo anterior sería una noticia tan mala para los niveles de producción? Ejecutivos de energía internacionales sostienen que cuando una compañía petrolera nacional asume el control, no tiene acceso a la tecnología necesaria para maximizar la recuperación del petróleo.

Entretanto, otras posibles fuentes -como las arenas de petróleo pesado- o rutas de transporte, como un proyecto para enviar gas boliviano a Estados Unidos, quizá nunca vean la luz debido a que los inversionistas no están dispuestos a comprometer las cantidades necesarias con la amenaza de la nacionalización pendiendo sobre sus cabezas.

En otros países, la producción se está estancando porque el sector energético está cerrado a las compañías extranjeras. Kuwait, que posee las cuartas reservas petroleras más grandes del mundo, ha reconocido que será incapaz de incrementar su producción sin los conocimientos técnicos de empresas como Exxon­Mobil.

Pero con la oposición local en aumento, ha incumplido varios plazos para firmar contratos para desarrollar los campos en el norte del país, que plantean dificultades geológicas. Entretanto, México enfrenta problemas para tener acceso a las reservas que existen en aguas profundas del golfo de México.

La producción de Venezuela, que se desplomó casi a cero durante una huelga nacional patrocinada por la oposición en 2002, sigue por debajo de los niveles vistos antes de que Chávez ocupara el cargo en 1999.

Pero no todo esto es culpa de la administración actual. Trabajadores de PDVSA, quienes se opusieron a la presidencia de Chávez, sabotearon las instalaciones de producción y refinación.

No obstante, pocos creen que Chávez sea capaz de expandir la producción de Venezuela. "El plan de Luis Guisti (presidente de PDVSA bajo el régimen anterior) era incrementar la producción de petróleo venezolano a 6.6 millones dbd. Actualmente estamos en 3 millones dbd y no serán capaces de elevar esa cantidad. Anunciaron planes de aumentar la producción a 5 millones, pero no me parece que sea posible", señaló un ejecutivo de la industria.

La producción petrolera de Rusia, controlada por el gobierno cada vez más firmemente, también está en entredicho. Hasta hace dos años Rusia gozaba de un crecimiento de más de 10% en la producción petrolera. Pero los envejecidos pozos del país, junto con el desmantelamiento de Yukos -alguna vez el grupo energético más dinámico de Rusia- por parte de Moscú, y el aumento en los impuestos de exportación, así como su decisión de limitar la participación de compañías petroleras internacionales, han frenado dramáticamente esa tendencia. El crecimiento de la producción se redujo a 2.3% el año pasado, de 9% en 2004 y 10.7% en 2003.

En el caso de Irán, su nacionalismo y su creciente agresividad para lograr sus ambiciones nucleares, a pesar de la oposición de Estados Unidos y Europa, han generado no solamente incertidumbre diplomática sino un gran costo en cuanto a oportunidades perdidas.

El país con las segundas reservas petroleras más grandes del mundo cuenta también con South Pars, el mayor yacimiento de gas jamás descubierto. No obstante, sus condiciones poco atractivas para los inversionistas y la amenaza de sanciones estadounidenses han bloqueado su desarrollo.

El pequeño y pacífico Qatar, que controla el otro lado del yacimiento, se ha convertido en menos de una década en una potencia exportadora de gas, generando miles de millones de dólares al cerrar acuerdos con prácticamente todas las compañías petroleras internacionales importantes.

Al tiempo que los precios del petróleo se elevan, y los países se muestran cada vez más cautelosos ante la posibilidad de asociarse con socios extranjeros, el balance del poder entre las compañías internacionales de petróleo y los países en los que laboran está cambiando, afirmó Margerie de Total.

Las compañías ya no pueden salirse con la suya haciendo valer su derecho de explotar la riqueza del petróleo simplemente bajo el argumento de que son los mejores en lo que hacen. "No se puede decir simplemente, soy bueno, y por eso sobreviviré. En el pasado reciente nos enfocamos en nuestro negocio. No fue suficiente. El país anfitrión espera más", dijo.

Eso podría incluir compartir conocimientos para construir plantas de desalinización y otros complejos industriales no necesariamente conectados directamente con la explotación de petróleo y gas. "Si creemos que es bueno para el país, entonces es bueno para la compañía", añadió, en una declaración que hubiera sonado fuera de lugar durante la década de los 90, orientada al control de costos.

Malcolm Brinded, presidente de exploración y producción en Shell, dijo que las compañías petroleras internacionales (IOC, por sus siglas en inglés) ahora deben estar preguntandose: "¿cómo haremos que este matrimonio funcione?" Y añadió: "las IOC han cambiado, somos mucho menos paternalistas que en las sociedades de hace 20 años".

Queda pendiente el premio máximo: Arabia Saudita, que posee las reservas de petróleo más grandes del mundo. Pero con cada dólar que aumenta el petróleo, Riyadh está menos interesado en una alianza con compañías petroleras extranjeras. Ali Naimi, ministro de Energía, sostiene más enérgicamente que nunca que Saudi Aramco, la compañía petrolera nacional, tiene el dinero y la experiencia necesaria para desarrollar los campos petroleros del país.

Pero Arabia Saudita quizá sea uno de apenas un puñado de productores de petróleo que pueden esgrimir justificadamente ese argumento. El resto de los productores, al tiempo que socavan sus industrias para extraer ganancias del resto del mundo, corren el riesgo de provocar la clase de alza en los precios del petróleo que desataría una recesión global, o al menos persuadiría a los consumidores de que el modo de obtener la seguridad energética es arreglándoselas con menos de lo que utilizan en la actualidad.

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