Nada más propio para un ejecutivo con chispa, como él, que llegar a la presidencia de una de las dos grandes eléctricas españolas por capitalización bursátil. El nuevo presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, no deja de ser, sin embargo, una rara avis dentro del selecto club de dirigentes de las 10 primeras compañías españolas cuyo acceso a la cúspide del poder estuvo mediatizado por la política, como es el caso de presidentes de empresas privatizadas, o por estirpe de familia. A Sánchez
Galán, precisamente, le ha dado la alternativa Íñigo Oriol, último miembro de una saga familiar estrechamente ligada al sector eléctrico y único presidente que ha tenido Iberdrola desde que nació en 1991 de la fusión de Hidroe-léctrica Española e Iberduero. La explicación a la excepcionalidad que representa su caso se encuentra en los éxitos y méritos propios que acreditan el devenir empresarial de este salmantino, ingeniero de ICAI, 55 años y casado con la también salmantina Isabel García-Tabernero, con la que tiene cuatro hijos. Uno de ellos fue Tudor, empresa que dejó en la primera línea del sector auxiliar del automóvil.
Los números y datos que memoriza con enorme facilidad le avalan, como demuestra su gran operación financiera: la venta de Airtel a Vodafone. Cuando Sánchez Galán en-tra en Airtel, llamado por Eduardo Serra, se encuentra con un incipiente proyecto de telefonía móvil cuya licencia había costado 75.000 millones de pesetas y un complejo accionariado de empresas y particulares, como los March, Abelló y Entrecanales, con intereses y objetivos no siempre convergentes. Cuatro años después Airtel tenía una cuota de mercado de móviles en España del 35% y Vodafone la adquiría porcuatro billones de pesetas. Como detrás de cada logro siempre hay otro desafío, provisto de las mejores cartas credenciales que puede presentar un gestor como son las plusvalías millonarias que enriquecen a los accionistas, llega Ignacio Sánchez Galán a Iberdrola de la mano de Íñigo Oriol en 2001 para impulsar un plan estratégico que ha duplicado de 12.000 a 24.000 millones de euros el valor en Bolsa de la compañía y la ha convertido en la primera por capacidad instalada en la Península Ibérica y en líder mundial de energía renovable eólica. Un logro que entronca con la tradición de la eléctrica, primera de España en energía hidráulica y que asocia definitivamente su imagen corporativa con el respeto y cuidado del medio ambiente. Cosa que enorgullece al salmantino en coherencia con su apego a la naturaleza y al campo charro, donde monta a caballo y disfruta de la caza y del taco regado con Matarromera o Valdelasflores, vinos en los que tiene participaciones,
junto a sus amigos.
Como presidente de Iberdrola, Sánchez Galán seguirá siendo el mismo dirigente impulsivo, exigente con sus colaboradores y pragmático, de los que gusta pegar el oído al terreno, como hacían los indios y rastreadores del Far West americano, para advertir el alcance de los riesgos, huir de la precipitación que suele ser compañera del abismo y del "aire frito", como define a todo aquello que no termina de procesar una cabeza matemática fiel a la racionalidad y al sentido común. Ha querido la casualidad que su acceso a la cúpula de Iberdrola se produzca en medio del tsunami provocado por la opa de Gas Natural sobre Endesa. Operación que Sánchez Galán abrazó como una obligación en la certeza de que representaba para Iberdrola una oportunidad única para crecer en España y que le costó enemistarse con Rafael Miranda, primer ejecutivo de Endesa, a quien le unía una vieja y afectiva relación desde los tiempos de Tudor y distanciarse de Manuel Pizarro, presidente de la eléctrica. Mientras se resuelve la opa, uno y otros siempre podrán experimentar aquello que repetía Katherine Hepburn: "Los enemigos son realmente estimulantes".
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