Cuando falta una semana para el acto convocado por los ‘borocotó’ de Kirchner, son pocos los que parecen darse cuenta de la confusión en que ha quedado sumido el gobierno luego de la nacionalización de los hidrocarburos por parte de Bolivia. Cuando se descuenta que el Presidente se prepara para anunciar un futuro definitivamente promisorio, lo que se le dibuja en el horizonte es más bien lo contrario. Ahora, la anulación de las concesiones a la norteamericana Occidental Petroleum, por parte de Ecuador, viene a reforzar la acción de Bolivia, mientras que la respuesta de Bush de cancelar los acuerdos de libre comercio con los ecuatorianos acentúa la crisis internacional iniciada por Bolivia e introduce en ella, de una manera directa, al imperialismo yanqui.
De una parte, la medida de Evo Morales ha dejado a la vista la enormidad de la crisis energética de Argentina, que se verá obligada a importar petróleo y gas en un plazo más o menos breve, cuando el precio internacional de los combustibles se encuentra en niveles estratosféricos. Sólo como muestra, el aumento del precio de la nafta, en Estados Unidos, ya está planteando una recesión económica y, en otro plano, una generalizada bronca popular. La crisis energética de Argentina es una consecuencia de la privatización de YPF, en la que Kirchner y su séquito jugaron un rol eminente. Por otro lado, el gobierno argentino ha quedado atrapado en una crisis internacional que lo obliga a tomar partido por España y Brasil, o sea por Repsol y Petrobras, contra la nacionalización boliviana. O sea con ‘Braden’ contra ‘Juan Pueblo’, nada menos que en la víspera del ‘gran abrazo popular’. Aunque Prensa Obrera lo ha señalado en varias oportunidades, repetimos que tanto Petrobras como Repsol no tienen un pelo de ‘autóctonas’, dado que la mayoría de sus acciones ordinarias se encuentran en manos de fondos de inversiones internacionales.
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