by Lorenzo Bernaldo de Quirós
La entrada de E.ON en la batalla por el control de Endesa fue valorada de manera positiva por quienes pensaban/mos que constituía una operación empresarial destinada a desbaratar el objetivo gubernamental de hacerse con la primera eléctrica de España y a defender los intereses de los accionistas. La compañía presidida por Hërr Bernotat aparecía como un caballero blanco en singular combate contra las fuerzas del intervencionismo, la demostración del poder del mercado en una economía abierta. Por desgracia, su actuación durante los últimos meses merece una consideración distinta.
Eliminadas todas las barreras levantadas por el ejecutivo socialista para impedir su adquisición de Endesa, E.ON ha comenzado a usar toda la capacidad de presión del gabinete germano y un sin fin de tácticas, más y menos elegantes, para conseguir sus objetivos. En este contexto, la numantina resistencia de Pizarro, su opción de maximizar el valor de la acción ante cualquier opción de compra y su neutralidad ante las distintas ofertas en danza adquiere una importancia decisiva en estos momentos.
La involucración del ejecutivo alemán en la estrategia de E.ON empieza a resultar obscena. Merkel avisó a Zetapé de que la eléctrica alemana iba a lanzar una OPA sobre Endesa el día antes de producirse ésta, curiosa expresión de la neutralidad del poder político ante una operación empresarial. El Presidente del Gobierno español respaldó la OPA germana y anunció en el Parlamento un final feliz para la misma, otra manifestación clara de imparcialidad gubernamental.
De nuevo, las fuerzas del mercado, representadas esta vez por Acciona, desbarataron los pactos políticos y pusieron de manifiesto que el precio ofrecido por E.ON no reflejaba el valor de Endesa. Por ello, el gigante energético alemán se vio forzado a subir su oferta a 35 euros por acción en veinticuatro horas. Desde entonces, los títulos de Endesa cotizan por encima del precio ofrecido por E.ON. Si la política hubiese triunfado, los grandes perjudicados hubiesen sido los accionistas.
En la reordenación del mapa energético europeo, Alemania aspira a convertirse en la piedra angular. De ahí el acuerdo Gazprom-E.ON cuyo objetivo es controlar el aprovisionamiento de ese fuente de energía al resto del continente y consolidar una posición hegemónica en la realidad energética de la región. Desde esta perspectiva, la adquisición de Endesa complementaría esa estrategia porque permitiría mediatizar también el mercado de la Europa meridional. En este escenario, la compra de Endesa por E.ON no sólo supondría su desaparición como una compañía autónoma lo que es obvio, sino se traduciría en la puesta de sus activos y de sus recursos al servicio de la política energética alemana. Con un 10 por 100 de su capital en manos públicas y operando en un sector regulado, E.ON no es una empresa privada en sentido estricto. Por eso, su adquisición de Endesa es en el mejor de los casos una mezcla a partes iguales de decisión empresarial y de política de Estado.
Dicho esto, los accionistas son los dueños de Endesa y tienen la última palabra. Ahora bien, la eléctrica española vale más de lo que ofrece E.ON por ella. Así lo certifica la bolsa y así lo considera el consenso de los analistas. Bernotat no ve las cosas del mismo modo y no lo hace por tres razones básicas: primera, porque quiere pagar menos lo que es natural; segunda, porque no tiene planes de expansión internacional para Endesa lo que es evidente; tercero, porque no cree en las energías renovables y en la nuclear como opciones de desarrollo empresarial. En otras palabras, su posición y sus declaraciones públicas son coherentes y refuerzan la tesis de la conversión de Endesa en una filial de E.ON. En este marco pensar en una progresiva creación de valor de la eléctrica española sería ridículo y a Hërr Bernotat no puede aplicársele ese calificativo.
Por todo ello es inevitable que el Presidente de E.ON considere de una generosidad sublime su oferta de 35 euros por acción como lo es también que Manuel Pizarro valorase hace un año el título de Endesa en 45 euros. La postura "pizarriana" mantiene toda su vigencia. Era y es consistente con la idea de una empresa con un proyecto propio de desarrollo, con su creencia en la viabilidad de una compañía eléctrica española eficiente y competitiva en el mundo y, por supuesto, capaz de generar cada vez más valor para sus accionistas.
DiarioaSXXI
La entrada de E.ON en la batalla por el control de Endesa fue valorada de manera positiva por quienes pensaban/mos que constituía una operación empresarial destinada a desbaratar el objetivo gubernamental de hacerse con la primera eléctrica de España y a defender los intereses de los accionistas. La compañía presidida por Hërr Bernotat aparecía como un caballero blanco en singular combate contra las fuerzas del intervencionismo, la demostración del poder del mercado en una economía abierta. Por desgracia, su actuación durante los últimos meses merece una consideración distinta.
Eliminadas todas las barreras levantadas por el ejecutivo socialista para impedir su adquisición de Endesa, E.ON ha comenzado a usar toda la capacidad de presión del gabinete germano y un sin fin de tácticas, más y menos elegantes, para conseguir sus objetivos. En este contexto, la numantina resistencia de Pizarro, su opción de maximizar el valor de la acción ante cualquier opción de compra y su neutralidad ante las distintas ofertas en danza adquiere una importancia decisiva en estos momentos.
La involucración del ejecutivo alemán en la estrategia de E.ON empieza a resultar obscena. Merkel avisó a Zetapé de que la eléctrica alemana iba a lanzar una OPA sobre Endesa el día antes de producirse ésta, curiosa expresión de la neutralidad del poder político ante una operación empresarial. El Presidente del Gobierno español respaldó la OPA germana y anunció en el Parlamento un final feliz para la misma, otra manifestación clara de imparcialidad gubernamental.
De nuevo, las fuerzas del mercado, representadas esta vez por Acciona, desbarataron los pactos políticos y pusieron de manifiesto que el precio ofrecido por E.ON no reflejaba el valor de Endesa. Por ello, el gigante energético alemán se vio forzado a subir su oferta a 35 euros por acción en veinticuatro horas. Desde entonces, los títulos de Endesa cotizan por encima del precio ofrecido por E.ON. Si la política hubiese triunfado, los grandes perjudicados hubiesen sido los accionistas.
En la reordenación del mapa energético europeo, Alemania aspira a convertirse en la piedra angular. De ahí el acuerdo Gazprom-E.ON cuyo objetivo es controlar el aprovisionamiento de ese fuente de energía al resto del continente y consolidar una posición hegemónica en la realidad energética de la región. Desde esta perspectiva, la adquisición de Endesa complementaría esa estrategia porque permitiría mediatizar también el mercado de la Europa meridional. En este escenario, la compra de Endesa por E.ON no sólo supondría su desaparición como una compañía autónoma lo que es obvio, sino se traduciría en la puesta de sus activos y de sus recursos al servicio de la política energética alemana. Con un 10 por 100 de su capital en manos públicas y operando en un sector regulado, E.ON no es una empresa privada en sentido estricto. Por eso, su adquisición de Endesa es en el mejor de los casos una mezcla a partes iguales de decisión empresarial y de política de Estado.
Dicho esto, los accionistas son los dueños de Endesa y tienen la última palabra. Ahora bien, la eléctrica española vale más de lo que ofrece E.ON por ella. Así lo certifica la bolsa y así lo considera el consenso de los analistas. Bernotat no ve las cosas del mismo modo y no lo hace por tres razones básicas: primera, porque quiere pagar menos lo que es natural; segunda, porque no tiene planes de expansión internacional para Endesa lo que es evidente; tercero, porque no cree en las energías renovables y en la nuclear como opciones de desarrollo empresarial. En otras palabras, su posición y sus declaraciones públicas son coherentes y refuerzan la tesis de la conversión de Endesa en una filial de E.ON. En este marco pensar en una progresiva creación de valor de la eléctrica española sería ridículo y a Hërr Bernotat no puede aplicársele ese calificativo.
Por todo ello es inevitable que el Presidente de E.ON considere de una generosidad sublime su oferta de 35 euros por acción como lo es también que Manuel Pizarro valorase hace un año el título de Endesa en 45 euros. La postura "pizarriana" mantiene toda su vigencia. Era y es consistente con la idea de una empresa con un proyecto propio de desarrollo, con su creencia en la viabilidad de una compañía eléctrica española eficiente y competitiva en el mundo y, por supuesto, capaz de generar cada vez más valor para sus accionistas.
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