En los últimos meses estamos asistiendo a unos acontecimientos que quizá y desgraciadamente estén pasando desapercibidos para las personas que no tengan algún ahorro invertido en acciones de empresas cotizadas, es decir, en la Bolsa, y más concretamente en acciones de compañías energéticas.
Lo acontecido en relación a las opas de Endesa y las consecuencias derivadas de ellas han demostrado el intervencionismo y la arbitrariedad del actual Gobierno. Se despreció la normativa europea vigente y se obligó a la Comisión Nacional de Energía a ponerle unas trabas a la compañía alemana E.On absolutamente ilegales.
Pero, no contento con esta actuación y una vez comprobado que Bruselas se pronunciaba en contra de estas actuaciones adoptadas por la CNE, el Gobierno llama a las mayores constructoras de este país para tratar de defender la absurda españolidad de las empresas energéticas, mediante la búsqueda de «campeones nacionales». Unas contestaron que estaban dispuestas y otras que no. Dentro de las respuestas afirmativas tenemos a Sacyr con la entrada en Repsol, a Acciona con la entrada en Endesa y a ACS con la entrada en Iberdrola. En total, más de 16.000 millones de euros; sí, sí, han leído bien, más de 266.000 millones de las antiguas pesetas.
Ahora bien, ¿creen ustedes que estas empresas lo han hecho gratis? ¿Que no han pedido nada a cambio? Aciertan de pleno, por supuesto que no. Para empezar, el decreto que tenía preparado el Ministerio de Industria por el que se rebajaban las primas que el Estado pagaba por la producción de energía eólica ya no saldrá a la luz, ha quedado retirado. Y ¿a quién beneficia? Efectivamente, a las constructoras que compraron estas acciones, y no es casual, pues están muy invertidas en el negocio de generación de energía eólica. Pero no piensen que es suficiente, nadie invierte esa cantidad de dinero si no se le asegura que lo recuperará, y ahí viene la segunda parte, devolverles los más de 16.000 millones de euros con unos buenos beneficios. ¿Y cómo hacerlo? A través de las tarifas eléctricas futuras. Vayan ustedes preparándose, a partir de este año verán subir el recibo de la electricidad de manera mucho más rápida que lo hizo en los últimos 10 años. Ya se está hablando que en el próximo año subirá un 6 por ciento, muy por encima del IPC previsto para el 2006, que no llegará al 4 por ciento.
Pero ¿es culpa de las constructoras por decir sí al Gobierno? Bajo mi punto de vista, no. Ellas lo único que hacen es seguir ganando mucho dinero, lo cual es perfectamente lícito, y si de paso logran hacerle un «favor», pues estupendo, ya se lo devolverá por otro lado.
Llegado a este punto, posiblemente alguno de ustedes me preguntaría si no prefiero que a estas empresas las comprasen compañías españolas en vez de extranjeras, y mi respuesta es que sí, pero con condiciones. Siempre y cuando paguen a sus accionistas, es decir, a los dueños lo que valen y no menos, y den a los usuarios el mejor servicio y el más barato posible dentro de las condiciones de un mercado libre. Y dadas las circunstancias, ni una cosa ni la otra se tuvo, ni se tiene, ni se tendrá en cuenta.
El problema que lleva consigo este tipo de actuaciones es que nos proyecta hacia un sistema de falta de competencia y de total control del mercado. La competencia dentro de los diferentes sectores económicos es absolutamente necesaria. Cuantas más empresas hayan ofreciendo un producto o un servicio, mejor será éste y más barato resultará para el consumidor.
Un claro ejemplo es la telefonía móvil. Podemos comprobar cómo a medida que pasan los años las tarifas por este servicio son menores. La competencia entre las diferentes operadoras, Telefónica, Vodafone, Orange, etcétera, es tan fuerte que hace que las ofertas se multipliquen, cada día sean más atractivas y hasta exista la posibilidad de conseguir los teléfonos gratis, cosa impensable hace unos años. La nacionalidad de estas empresas es lo de menos, ¿alguien se fija en si es española, inglesa o francesa, como es el caso? Como usuarios lo que nos interesa no es la nacionalidad del dueño o el origen de la compañía (no nos olvidemos que las dos mayores empresas de Asturias son extranjeras, una india y la otra portuguesa), lo realmente importante es que el servicio o el producto sea bueno y lo tengamos asegurado, es que haya la posibilidad de elección de compañías y es que exista competencia entre ellas para que los precios ofrecidos sean lo más bajos posibles.
La competencia significa que hay varias empresas dispuestas a ofrecer lo mejor de sí mismas al consumidor, que hay una sana rivalidad entre ellas en una economía de libre mercado. Hace que el ciudadano tenga diferentes cauces de elección, hace que se disponga de varias alternativas, y, como decía la gran pensadora liberal Ayn Rand, «donde hay alternativas hay valores», y el valor supremo más importante después de la vida es la libertad.
LNE
Lo acontecido en relación a las opas de Endesa y las consecuencias derivadas de ellas han demostrado el intervencionismo y la arbitrariedad del actual Gobierno. Se despreció la normativa europea vigente y se obligó a la Comisión Nacional de Energía a ponerle unas trabas a la compañía alemana E.On absolutamente ilegales.
Pero, no contento con esta actuación y una vez comprobado que Bruselas se pronunciaba en contra de estas actuaciones adoptadas por la CNE, el Gobierno llama a las mayores constructoras de este país para tratar de defender la absurda españolidad de las empresas energéticas, mediante la búsqueda de «campeones nacionales». Unas contestaron que estaban dispuestas y otras que no. Dentro de las respuestas afirmativas tenemos a Sacyr con la entrada en Repsol, a Acciona con la entrada en Endesa y a ACS con la entrada en Iberdrola. En total, más de 16.000 millones de euros; sí, sí, han leído bien, más de 266.000 millones de las antiguas pesetas.
Ahora bien, ¿creen ustedes que estas empresas lo han hecho gratis? ¿Que no han pedido nada a cambio? Aciertan de pleno, por supuesto que no. Para empezar, el decreto que tenía preparado el Ministerio de Industria por el que se rebajaban las primas que el Estado pagaba por la producción de energía eólica ya no saldrá a la luz, ha quedado retirado. Y ¿a quién beneficia? Efectivamente, a las constructoras que compraron estas acciones, y no es casual, pues están muy invertidas en el negocio de generación de energía eólica. Pero no piensen que es suficiente, nadie invierte esa cantidad de dinero si no se le asegura que lo recuperará, y ahí viene la segunda parte, devolverles los más de 16.000 millones de euros con unos buenos beneficios. ¿Y cómo hacerlo? A través de las tarifas eléctricas futuras. Vayan ustedes preparándose, a partir de este año verán subir el recibo de la electricidad de manera mucho más rápida que lo hizo en los últimos 10 años. Ya se está hablando que en el próximo año subirá un 6 por ciento, muy por encima del IPC previsto para el 2006, que no llegará al 4 por ciento.
Pero ¿es culpa de las constructoras por decir sí al Gobierno? Bajo mi punto de vista, no. Ellas lo único que hacen es seguir ganando mucho dinero, lo cual es perfectamente lícito, y si de paso logran hacerle un «favor», pues estupendo, ya se lo devolverá por otro lado.
Llegado a este punto, posiblemente alguno de ustedes me preguntaría si no prefiero que a estas empresas las comprasen compañías españolas en vez de extranjeras, y mi respuesta es que sí, pero con condiciones. Siempre y cuando paguen a sus accionistas, es decir, a los dueños lo que valen y no menos, y den a los usuarios el mejor servicio y el más barato posible dentro de las condiciones de un mercado libre. Y dadas las circunstancias, ni una cosa ni la otra se tuvo, ni se tiene, ni se tendrá en cuenta.
El problema que lleva consigo este tipo de actuaciones es que nos proyecta hacia un sistema de falta de competencia y de total control del mercado. La competencia dentro de los diferentes sectores económicos es absolutamente necesaria. Cuantas más empresas hayan ofreciendo un producto o un servicio, mejor será éste y más barato resultará para el consumidor.
Un claro ejemplo es la telefonía móvil. Podemos comprobar cómo a medida que pasan los años las tarifas por este servicio son menores. La competencia entre las diferentes operadoras, Telefónica, Vodafone, Orange, etcétera, es tan fuerte que hace que las ofertas se multipliquen, cada día sean más atractivas y hasta exista la posibilidad de conseguir los teléfonos gratis, cosa impensable hace unos años. La nacionalidad de estas empresas es lo de menos, ¿alguien se fija en si es española, inglesa o francesa, como es el caso? Como usuarios lo que nos interesa no es la nacionalidad del dueño o el origen de la compañía (no nos olvidemos que las dos mayores empresas de Asturias son extranjeras, una india y la otra portuguesa), lo realmente importante es que el servicio o el producto sea bueno y lo tengamos asegurado, es que haya la posibilidad de elección de compañías y es que exista competencia entre ellas para que los precios ofrecidos sean lo más bajos posibles.
La competencia significa que hay varias empresas dispuestas a ofrecer lo mejor de sí mismas al consumidor, que hay una sana rivalidad entre ellas en una economía de libre mercado. Hace que el ciudadano tenga diferentes cauces de elección, hace que se disponga de varias alternativas, y, como decía la gran pensadora liberal Ayn Rand, «donde hay alternativas hay valores», y el valor supremo más importante después de la vida es la libertad.
LNE
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