a energía es poder. Eso lo sabe muy bien Vladimir Putin y lo saben también los veinticinco jefes de Estado y de Gobierno de la UE que ayer no consiguieron superar su división interna para poder presentarse a la cumbre que hoy se celebra en Helsinki y dialogar así con Moscú acerca de la energía con una única voz.
Polonia frustró el debate que hubiera permitido negociar un nuevo acuerdo energético con Rusia. Las razones que esgrimió Varsovia iban desde la exigencia de que Moscú ratifique la Carta de la Energía, hasta que retire el embargo que aplica a sus productos cárnicos.
Crece la dependencia
Las consecuencias de esta falta de acuerdo pueden complicar las cosas en Europa, donde la energía se está convirtiendo en una obsesión para los Gobiernos. Y es que, según datos de Eurostat, la dependencia energética de los Veinticinco se situó en 2005 en el 56,2%, una cifra que no para de crecer. Las importaciones de gas natural procedían, en un 40% de Rusia, así como el 32% de las de petróleo y el 17% de las de carbón. El problema es que los expertos calculan que esta dependencia podría ser del 70% en 2030. Estos datos sitúan a Moscú en una situación privilegiada en el tablero mundial en el que la UE aún debe encontrar su propia voz.
"No es un fracaso"
El comisario de energía, Andris Piebalgs, aseguró ayer que la falta de acuerdo entre los Veinticinco, "no es un fracaso". "Confío en que encontraremos un acuerdo", dijo Pieblags, "es parte de nuestro trabajo para encontrar una política energética común".
La preocupación de los países de la UE viene, sobre todo, por el hecho que el actual acuerdo político y económico con Moscú vence a finales de 2007 y cada vez queda menos tiempo para negociar. Europa es consciente de que no tiene capacidad energética para todos sus habitantes sin contar con Rusia.
Ante esta situación, algunos países han decidido tomar iniciativa propia, al margen de los órganos comunitarios, y firmar acuerdos económicos más favorables. Alemania es el principal ejemplo.
En septiembre de 2005, la compañía eléctrica E.ON, la mayor de Europa, y la empresa química BASF, la mayor química del mundo -ambas alemanas- firmaron un acuerdo con la gasista estatal rusa Gazprom que incluye una inversión de 4.000 millones de euros por parte de Alemania para construir un gasoducto de más de 1.000 kilómetros, que asegurará el suministro de gas a Alemania hasta 2030.
ADN
Polonia frustró el debate que hubiera permitido negociar un nuevo acuerdo energético con Rusia. Las razones que esgrimió Varsovia iban desde la exigencia de que Moscú ratifique la Carta de la Energía, hasta que retire el embargo que aplica a sus productos cárnicos.
Crece la dependencia
Las consecuencias de esta falta de acuerdo pueden complicar las cosas en Europa, donde la energía se está convirtiendo en una obsesión para los Gobiernos. Y es que, según datos de Eurostat, la dependencia energética de los Veinticinco se situó en 2005 en el 56,2%, una cifra que no para de crecer. Las importaciones de gas natural procedían, en un 40% de Rusia, así como el 32% de las de petróleo y el 17% de las de carbón. El problema es que los expertos calculan que esta dependencia podría ser del 70% en 2030. Estos datos sitúan a Moscú en una situación privilegiada en el tablero mundial en el que la UE aún debe encontrar su propia voz.
"No es un fracaso"
El comisario de energía, Andris Piebalgs, aseguró ayer que la falta de acuerdo entre los Veinticinco, "no es un fracaso". "Confío en que encontraremos un acuerdo", dijo Pieblags, "es parte de nuestro trabajo para encontrar una política energética común".
La preocupación de los países de la UE viene, sobre todo, por el hecho que el actual acuerdo político y económico con Moscú vence a finales de 2007 y cada vez queda menos tiempo para negociar. Europa es consciente de que no tiene capacidad energética para todos sus habitantes sin contar con Rusia.
Ante esta situación, algunos países han decidido tomar iniciativa propia, al margen de los órganos comunitarios, y firmar acuerdos económicos más favorables. Alemania es el principal ejemplo.
En septiembre de 2005, la compañía eléctrica E.ON, la mayor de Europa, y la empresa química BASF, la mayor química del mundo -ambas alemanas- firmaron un acuerdo con la gasista estatal rusa Gazprom que incluye una inversión de 4.000 millones de euros por parte de Alemania para construir un gasoducto de más de 1.000 kilómetros, que asegurará el suministro de gas a Alemania hasta 2030.
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