La energía nuclear contribuye a abastecer de electricidad a 17 de los 30 países que constituyen la Organización para la Coopera-ción y el Desarrollo Económicos (OCDE), y también coadyuva indirectamente al abastecimiento de electricidad de otras naciones, que si bien no tienen plantas nucleares ellas mismas, importan potencia eléctrica de los que sí tienen plantas de generación nuclear. Francia genera 79 por ciento de su propia energía de las plantas nucleares que tiene en servicio, mientras Holanda solamente lo hace en 4 por ciento. México no tiene más de 5 por ciento de generación nuclear.
Hay tres países de la OCDE que tienen actualmente programas para desnuclearizarse. El gobierno de Alemania, por ejemplo, y las empresas industriales de ese país convinieron en junio de 2000 deshacerse de las plantas nucleares que tuvieran más de 32 años de operación; de la misma manera, Bélgica planea clausurar aquellas con 40 años o más de trabajo. El Parlamento sueco también está en trance de establecer planes semejantes, pero no se ha definido con claridad el plazo para hacerlo, y España se encuentra en situación muy parecida, pues no hay una firme política que implique decisiones de esta naturaleza todavía.
Hay frente a ese panorama cuatro países Francia, Finlandia, Japón y Corea que planean incrementar el uso de la energía nuclear. En Francia la Asamblea Nacional ha calificado a ésta como prioritaria, y el presidente Jacques Chirac ha anunciado recientemente que tiene programas para demostrar el reactor presurizado europeo (EPR, por sus siglas en francés) y ponerlo en marcha aproximadamente en 10 años.
Los EPR remplazarían los reactores existentes, que serían desmantelados después de 40 años de trabajo, y Finlandia pondría en operación un reactor de EPR en 2010.
No hay en la actualidad plantas nucleares en construcción, ni restricciones específicas en los demás países de la OCDE; por ejemplo, en Suiza parece ser que existe también la intención de construir plantas después de que expiró una moratoria para hacerlo.
No se puede considerar que haya uniformidad de acción en lo correspondiente a energía nuclear dentro de los 30 países de la OCDE, organismo que, puede afirmarse, constituye el bloque de los estados más industrializados.
El papel que la energía nuclear jugará en el futuro próximo está siendo debatido en varias naciones, entre ellas Estados Unidos, Canadá, la República Checa, Turquía y el Reino Unido.
La OCDE es el organismo que tiene más planes regionales en torno a la energía nuclear, que se concretarían entre 2004 a 2030. Esa organización llegaría a producir cerca de 45 gigavatios (45 mil millones de vatios). Le seguirían China, con más de 30 gigavatios, y Rusia, donde se construirán reactores con tecnologías diferentes a las que están en servicio actualmente y serán desmantelados aproximadamente en 2030.
En general la capacidad de generación nuclear mundial, según la Agencia Internacional de Energía (AIE) se proyecta aumentar de 368 gigavatios en 2005 a 416 en 2030, aunque los objetivos para el desarrollo de la generación de potencia nuclear en general se considera poco realista que sean alcanzados.
En suma, las preocupaciones en cuanto a seguridad en la generación de energía al tiempo que aumentan considerablemente los precios de los combustibles fósiles y las emisiones de CO2 (bióxido de carbono) han revivido las discusiones acerca del papel que puede jugar la energía nuclear, la cual podría reducir la dependencia en las importaciones de gas que han cobrado gran actualidad con el descubrimiento de nuevas tecnologías que ponen al alcance de los países en desarrollo el gas natural licuado, como es precisamente el caso de nuestro país, que ha construido ya la primera planta en el Golfo de México para recibir, almacenar y regasificar el energético que por sus siglas en inglés se conoce usualmente como LNG, y que, con una política muy generalizada por todo el mundo, se ha puesto ya sobre la mesa de todos los ejecutivos que toman decisiones respecto a la generación de energía, incluyendo principalmente a Estados Unidos, el aumento muy considerable del uso de este combustible, que no es otra cosa que el gas natural licuado por compresión, y reducido su volumen unas 650 veces.
El uso creciente de energía nuclear, por una parte, contribuiría significativamente a disminuir las emisiones de gases nocivos, como el CO2, que, dicho sea de paso, contribuye fuertemente al calentamiento global, pero, por otra parte, hay muchas dudas en cuanto a la seguridad de las plantas nucleares después del accidente de Chernobyl en 1985, a pesar de que las nuevas tecnologías que han reducido de manera importante los riesgos, y por otra parte prevalecen muchas dudas acerca de cómo se dispondría de los desperdicios de los combustibles usados, lo cual presenta serios problemas no resueltos todavía, hasta donde sabemos.
Así pues, los factores económicos no son los únicos que influyen en la determinación de la construcción de nuevas plantas nucleares. La seguridad, la disposición de desperdicios nucleares y el riesgo de la proliferación son retos muy considerables que se presentan en la realidad y tienen que ser resueltos a satisfacción de la opinión pública, no solamente nacional de cada país, sino también regional y aun mundial, y que se vienen a agregar a las dudas que se levantan acerca de la utilización que pudiera desviarse del uso pacífico para el desarrollo al bélico. Aparentemente es de muy difícil control por las organizaciones internacionales correspondientes, como ha quedado demostrado en los casos muy recientes de Corea del Norte y de Irán que, si bien han anunciado programas de desarrollo nuclear pacífico, Estados Unidos y sus aliados en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas han vetado y aún impuesto sanciones a los países que han desoído las restricciones para desarrollar programas nucleares aun cuando éstos sean, o dicen ser, pacíficos.
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