La economía encierra enigmas que resultan difíciles de entender a personas a las que la naturaleza no dotó de un mediano sentido para los negocios. Son las OPA, a las que llaman amistosas, y que en otro momento histórico se habrían resuelto en el campo del honor, a pistola o a espada, tal como acababan siempre las diferencias entre caballeros.
"Menos mal que estas operaciones son amistosas, que, si no, correría la sangre". Lo decía ayer un vecino. Expresaba una opinión que comparto plenamente. Tiempo apretado de las OPA. La de Gas Natural-Endesa y, sin acabar de consolidarse, llega la del gigante alemán E.ON con la compañía eléctrica española. Confiemos en que si se evitó que el Pallaresa, el Segre, el Ribagorzana y el Ter se tiñeran de rojo, no ocurra tampoco con la OPA de los alemanes, si siguen empeñados en hacerse con los kilowatios surpirenaicos. A punto estuvo de que se consumara un desenlace violento. ¿Quién no recuerda al señor Manuel Pizarro, jefe de los que se consideraban devorados, afirmando que defendería "con uñas y dientes" los intereses de sus representados? Y muy en el papel de Viriato o de Agustina de Aragón, que no quería ser romana ni francesa, afirmaba con aire digno: "¡No seré nunca trabajador de La Caixa!", aludiendo a las vinculaciones de la entidad financiera con la empresa de gas.
Alguien quiso desactivar con el bello concepto de la amistad la máxima de que "el dinero no tiene entrañas". Ha quedado algo tan extraño como que el socialdemócrata Gerhard Schröder ocupe un alto cargo en el complejo industrial de la segunda OPA. Un carnet con la rosa y el puño no molesta en el supercapitalismo. Si un día se levanta un monumento al ocaso de las ideologías, que pongan sobre un pedestal la figura del excanciller.
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