Dice el Gobierno que la energía es cuestión estratégica y que no se puede dejar en manos de cualquiera. Si tendrá razón, que no hay más que ver lo que ha pasado con sus últimas decisiones en la materia: marejada en terrenos autonómicos, divisiones entre los ministros, alboroto en todas las empresas del sector, y por si fuera poco ha puesto a la Comisión Europea de uñas, que después de aquel escándalo de la invitación a Barroso a una cena con avión tiene ganas de poner las cosas en su sitio.
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