Manuel Pizarro, capitoste de Endesa, ha denunciado que una agencia de detectives se ha dedicado a vigilar groseramente a sus ejecutivos –se supone que también a él mismo- desde un Renault Scenic gris aparcado a la puerta de la compañía. La discreción, según parece, no era el fuerte de los investigadores privados. Desde que Salvador Gabarró, el opante presidente de Gas Natural, dijera aquello de que había puesto la semillita en la eléctrica y que nueve meses después nacería el retoño, lo del espionaje se veía venir. La dama estará todo lo embarazada que se quiera pero es casquivana, y hay amantes que pagarían por saber de dónde pueden venirle los cuernos.
El episodio es lo más interesante ocurrido en este culebrón que nos tiene entre confundidos e indiferentes. A Pizarro, al que Rodrigo Rato colocó al frente de la eléctrica como se hacen las cosas en nuestro libre mercado, se entiende que el abordaje le haya sabido mal, porque no se cuenta con él para el bautizo, y no están los tiempos para encontrar otra bicoca semejante en el panorama empresarial hispano. Claro que el de Aragón no se opone a la OPA porque su sueldo esté en peligro, sino porque es perjudicial para los accionistas de Endesa y para la libre competencia. Faltaría más.
No comments:
Post a Comment