Manuel Pizarro, que ahora va de idealista, ha echado mano de El Principito para explicar que una serpiente –Gas Natural- no puede zamparse un elefante –Endesa- como si tal cosa, y lo ha demostrado trayendo a otro elefante –E.ON- para que pise a la boa y escupa. Pizarro se siente hoy más regurgitado que nunca, y el Gobierno, el único que quería ver un sombrero en la paquidérmica silueta del reptil, está que echa las muelas. Todo empezó en septiembre con la semillita que un tal Gabarró puso en Endesa... Cómo ha cambiado el cuento desde entonces.
La historia no puede explicarse sin algunas consideraciones previas sobre el sector eléctrico, una capa de la que todos los Gobiernos han hecho sayo y a cuyas empresas los ciudadanos hemos aportado 12.000 millones de euros de nada para que fueran competitivas y se lanzaran como Hernán Cortés a la conquista de América, mientras las inversiones en España brillaban en la oscuridad de algunos apagones memorables. La competitividad vino acompañada de la liberalización, esa entelequia según la cual la inmensa mayoría de los consumidores tiene el derecho de abandonar a su viejo suministrador para pagar exactamente lo mismo con el nuevo. Es lo bueno que tiene el libre mercado: uno puede elegir quién le pone el membrete en la factura.
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Apellidos Pizarro en la prensa de hoy: El goleador Pizarro del Bayer Munich; el ministro del Interior peruano don Romulo Pizarro, que ha dado un fuerte golpe a Sendero Luminoso y el jurista y empresario español, don Manuel Pizarro Moreno.
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