El petróleo y el gas se agotan. Un mundo extremadamente dependiente de los hidrocarburos se adentra en una crisis energética que amenaza no sólo la prosperidad y el crecimiento, sino también la seguridad. Garantizar la independencia energética se ha convertido en una quimera para EEUU y Europa y para las nuevas potencias asiáticas. Por ello, el petróleo, su distribución y su consumo, vertebran las políticas geoestratégicas a escala planetaria.
A >> La demanda crece y la producción desciende
Los expertos no se ponen de acuerdo sobre cuándo la producción mundial de petróleo alcanzará su cénit absoluto, pero hay consenso en que la era del petróleo está tocando a su fin. Desde principios de la década de los 60, está disminuyendo el ritmo de descubrimientos de nuevos yacimientos y la consecuencia es que por cada cuatro barriles que se consumen, sólo se descubre uno en nuevos yacimientos.
EEUU consume casi el 30% del crudo mundial y es el segundo mayor importador (12,1%). La Unión Europea es el segundo consumidor mundial (18,7%) y el mayor importador de petróleo (19%) y de gas natural (16%), según datos de la Comisión Europea. A estos grandes consumidores, se añade China, cuya demanda de combustible ha crecido el 140% en la última década y que importa el 30%. En el 2010, se cree que este porcentaje se situará entre el 40% y el 50%. La economía de estos países no puede funcionar sin el acceso a las fuentes extranjeras de crudo.
B >> Desarrollo de políticas de seguridad energética
En su reciente discurso sobre el estado de la Unión, el presidente George Bush denunció la "adicción" al petróleo de EEUU y anunció un programa de investigación energética para reducir las importaciones de crudo del inestable Oriente Próximo, donde se concentran casi dos tercios de las reservas de petróleo del planeta. A principios de año, el corte del suministro de gas ruso a Ucrania puso también en alerta a Europa, que importa de Rusia una cuarta parte del gas que consume.
Esta vulnerabilidad de las economías occidentales ha obligado a desarrollar las llamadas "políticas de seguridad energética". En EEUU, pasan por incentivar la producción en lugares como la cuenca del mar Caspio, la zona occidental de África --Nigeria y Angola-- y América Latina. Además, esa política corre paralela a la doctrina militar de Bush de crear una fuerza "ágil, letal y fácilmente desplegable", preparada para enfrentarse a los retos del siglo XXI, entre ellos una crisis en el suministro del crudo provocada por fuerzas o países hostiles.
C >> El diseño de nuevas alianzas geopolíticas
Tras la decisión del presidente ruso, Vladimir Putin, de cortar el abastecimiento de gas a Ucrania por una disputa de precios, se escondía en realidad el castigo al Gobierno proeuropeísta de Viktor Yuschenko. Este acto, que hizo temblar a Europa y que el diario Le Monde llegó a calificar de "la primera declaración de guerra del siglo XXI", es, sin embargo, sólo un ejemplo de cómo, en tiempos de escasez, la energía se utiliza como arma política y diseña las actuales alianzas geopolíticas.
Irán, el cuarto país exportador de petróleo del mundo, no ha dudado en recurrir a este arma para reforzar su posición en la escena mundial y desafiar a la comunidad internacional con el desarrollo de un programa nuclear propio. En la órbita iraní giran la Rusia de Putin --el segundo país exportador del mundo, después de Arabia Saudí-- y la Venezuela de Hugo Chávez, el quinto exportador en el ránking internacional. China y la India --que son respectivamente el tercer y noveno importadores mundiales de petróleo-- se disputan en Asia la gran partida por el control de la energía y coinciden en sus esfuerzos por asegurarse los suministros de petróleo y gas por todos los medios. Tanto Pekín como Nueva Delhi tratan de establecer alianzas con Rusia, y la India estrecha vínculos con Irán.
D >> El recurso a la energía nuclear gana partidarios
"¿A qué tipo de energía recurrirá la humanidad para asegurar en unos decenios las necesidades de 9.000 millones de individuos?", se preguntaba hace unos días el diario Le Monde. Partiendo de la base de que será muy difícil lograr una total independencia de la energía procedente de los hidrocarburos, y de que serán necesarias políticas de eficacia y de ahorro energéticos, dos alternativas se abren paso: la energía nuclear y las energías renovables (eólica, solar minihidráulica y biomasa).
La Unión Europea tiene como objetivo que las energías verdes cubran el 12% del consumo en el 2010. Sin embargo, se trata de un sector todavía incipiente y que, para su crecimiento, depende de las ayudas estatales orientadas a reducir los costes de producción y de la disposición de los consumidores a pagar un precio más elevado por la llamada "energía limpia".
En este contexto, el recurso a la energía nuclear es una posibilidad que empiezan a abrazar los dirigentes políticos. Lo hizo el pasado verano George Bush, cuando firmó el Acta de Política Energética, y lo defienden ya los dirigentes de la Unión Europea. El mundo cuenta con 450 rectores nucleares repartidos por 30 países (164 de ellos en los países de la UE, que producen el 28% de la electricidad total que consume Europa). El presidente francés, Jacques Chirac, dio a entender que un reactor de cuarta generación puede estar en funcionamiento en el 2020. La carrera para su desarrollo ha empezado.
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