La falacia del biodiesel

by mestebanez


biodisel

Me parecen fantástico que por fin las nuevas energías estén ocupando un lugar cada vez más significativo en el espectro energético disponible. Lo que antes era petróleo casi exclusivamente puede acabar convirtiéndose en un montón de diferentes energías; la variedad siempre ha obrado en beneficio del consumidor.

Entre estos nuevos productos, comienza a ocupar un lugar destacado el biodiésel. El biodiésel es, al fin y al cabo, un aceite vegetal transformado en un producto de características similares a la petróleo de los motores diésel.
Tiene todas las ventajas imaginables: es un producto de origen vegetal, de ahí que al menos teóricamente su producción pueda ser infinita, si esta se potencia. Hoy en día puede resultar más barato que el petróleo y los residuos que produce son menos tóxicos que los de este.

Hasta aquí, digamos que todo es incuestionable. Pero llega el momento para los datos dudosos. El primero y más preocupante es el de las emisiones de CO2. Teóricamente, al quemarse el biodiésel se produce CO2, igual que con la gasolina, pero como la planta, en su proceso de crecimiento, absorbió CO2 y devolvió oxígeno a la naturaleza, se tiende a sobreentender un balance positivo.
Con este punto, topamos con carne de falacia. El biodiésel como tal produce tanto anhídrido carbónico como la gasolina. Sin embargo, se está contando con el que destruyó en su pasado.
Imaginemos que en el proceso de creación del petróleo, algunos millones de años antes, se creara oxígeno - cosa que no ocurre - ¿A quién diablos le interesa ese oxígeno hoy en día?

En este punto, creo que habría que andar con pies de plomo. Supongamos que tengo un terreno en el campo, y que lo quiero dedicar al biodiésel.
a) Si en el terreno tenía plantas de las que se puede obtener biodiésel, como colza, al producir el combustible no estoy aliviando el planeta de emisiones contaminantes. La planta iba a estar limpiando el aire de todas formas. Y cuando se convierta en combustible iba a producirse CO2. El balance de oxígeno es negativo.
b) Si en el terreno tenía otras plantas, que cambio en perjuicio del biodiésel, me encuentro en la misma situación. Esas plantas ya estaban ayudando a la naturaleza. Si las reemplazo por el nuevo cultivo no estoy aumentado el porcentaje de oxígeno del planeta en lo más mínimo.
c) El mayor riesgo está en los terrenos no agrícolas. Y es que, de tener éxito, muchos bosques que actualmente tienen árboles grandes, auténticos héroes en la producción de oxígeno, serán arrasados para mayor gloria de la colza. De esta manera, el balance final de C02 será incluso más negativo que con el petróleo. Estaríamos eliminando oxígeno - al plantar plantas que liberan menor cantidad - y luego quemaríamos, con el combustible procesado.
d) Aún peor resulta la pérdida del miedo. Un aumento generalizado del uso de los biodiéseles puede hacernos olvidar que somos unos auténticos derrochadores energéticos. Al mismo tiempo que se potencian combustibles ecológicos, se debería despertar una conciencia del ahorro. Y es que si no aprovechamos esta fase de cambio forzoso en el consumo, nos veríamos en la situación de que se consumiría más combustible cada vez, lo que por fuerza desembocaría en un mayor deterioro del planeta.

A los que no les parezca lícita mi argumentación, y que crean que se pueden sumar y restar oxígenos y anhidridos carbónicos del pasado (cuando es una planta) y del presente (cuando es un combustible) les daré otro argumento, que se está olvidando, en mi opinión inusualmente, y que merece ser recalcado.
¿Cómo se planta la colza? Los tiempos del arado y los campesinos pertenecen a otra época. Hoy en día todo el proceso se realiza mediante costosas máquinas que consumen gasóil de forma indiscriminada. En muchos casos, ese gasóil puede suponer más incluso que el biodiésel que posteriormente se acabe generando. El gasóil que se utiliza en estas máquinas está subvencionado por el gobierno, esto es, paga muchos menos impuestos que si se comprara en una gasolinera para abastecer un coche.

Y aquí hemos llegado, al oscuro mundo de las subvenciones. El petróleo tiene una carga de impuestos muy dura. En realidad, casi todo en él son impuestos. Si se usa para el campo - el gasóleo agrícola - los impuestos disminuyen. Por el biodiésel que se obtenga, hasta la fecha, en forma de subvenciones y falta de presión impositiva, se podrá obtener un cierto beneficio. Pero todo este dinero es ficticio. Y es que en el proceso se nos está olvidando en todo momento al Estado. Pongamos ahora los pies en un país ficticio y bucólico en el que coexisten pacíficamente los diversos combustibles del futuro.

El agricultor tiene la elección de comprar para sus tractores biodiésel, diésel o diésel de automoción. En realidad le es indiferente, porque ninguno de ellos está subvencionado por el Estado y tienen impuestos más o menos parejos. En este caso, respecto de la sitación actual, estaría perdiendo dinero, porque está perdiendo la subvención que antes tenía.
Puede pensarse que los combustibles en general serían más baratos, pero en mi opinión nunca podrán bajar del precio técnico en que actualmente se encuentra el gasóleo de automoción, que es a partir del cual se puede hablar de rentabilidad en una empresa agraria. Es un precio de negociación, la máxima bajada que ha tolerado el gobierno.
Luego, al empresario de biodiésel, le tocará vender su producto. Aunque tenga alguna ventaja fiscal respecto al combustible fósil comprado del exterior, esta ventaja no puede ser muy significativa. Y es que con los impuestos a la gasolina no se paga el armamento del ejército, se pagan las carreteras que hace el gobierno y los hospitales que construye, además de las ayudas a las familias pobres. El impuesto sobre los combustibles no puede desaparecer. Por supuesto ahora mismo hay que fomentar las nuevas energías, que parten con un handicap. Pero cuando estas recuperen su situación de desventaja, se debe llegar a una situación de equilibrio. Y este se traducirá en mayores impuestos.

En resumen, hoy en día nadie se atreve a calcular fríamente los números del biódiesel. Los economistas suelen ser deliberadamente optimistas. En este caso no se puede uno limitar a mirar a tan corto plazo. En el cálculo se está restando el oxígeno que producía la planta en el campo, lo que en mi opinión no es correcto. Y no se está sumando lo que consume el tractor y la cosechadora. También se están restando los impuestos que no paga el agricultor por la gasolina que consume ni los que no tiene que pagar - repercutidos al consumidor - por su producción de biodiésel.

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