Conviene que los españoles admitamos que no es posible mantener nuestra convergencia dentro de la Unión Europea si no nos damos cuenta de la necesidad de disponer, como señalaba Kindleberger, de energía abundante, barata y de buena calidad. En España esto es aun más vital que en otros lugares, porque tenemos la estructura económica, en el conjunto de países de la OCDE, que más energía precisa conseguir para mantener el mismo progreso económico que las otras.
Afortunadamente, el debate es vivo.
En unos pocos meses han aparecido libros tan importantes como el dirigido por Gonzalo Anes, «Un siglo de luz» (Iberdrola, 2006), o el «Informe marco sobre la demanda de energía eléctrica y gas natural, y su cobertura. 2006», preparado por la Comisión Nacional de Energía (CNE, 2007), o el dirigido por José Luis García Delgado y Juan Carlos Jiménez, «Energía: del monopolio al mercado» (Civitas, 2006), con un muy valioso prólogo de María Teresa Costa, o la segunda edición del libro más crítico e incitante imaginable sobre estos problemas, del que es autor Juan Avilés, titulado «La energía en la España del siglo XXI: 2000-2025» (Editorial Maestro Edibán, 2007), o incluso folletos tan llenos de datos útiles como el dirigido por Eduardo Moreno Amado y Almudena Alonso Gómez, «Energía nuclear. Una mirada abierta al futuro energético» (Foro Nuclear. 2007). Abundan las reuniones y conferencias, como la que FAES ha difundido del catedrático de la universidad Politécnica de Madrid, y gran experto en energía de fusión, Guillermo Velarde.
Todo esto nos informa que por lo que se refiere a nuestra política energética, y me atrevería a decir que desde hace más de veinticinco años, hay muchísima confusión sobre seis cuestiones de vital interés para España. La primera, si tiene sentido seguir manteniendo que nuestro futuro energético se basará en ciclos combinados de gas y energías renovables. La segunda, se refiere nada menos que a la opción nuclear. La tercera es el abandono de las políticas de mejoría de la productividad de la energía.
El despilfarro español de ésta, literalmente sobrecoge. La cuarta es la caducidad de nuestro parque de generación de electricidad, y si efectivamente el plazo que queda es de 10 a 15 años, replanteándose el asunto de las tarifas y la reposición de activos que estudiaron Castañeda y Redonet (Conferencia Mundial de la Energía, 1960).
La quinta es el asunto de los gases contaminantes y nuestro papel en relación con Kioto, por un lado, y por otro, con las posibilidades de empleo de los carbones nacionales. La sexta es si debe mantenerse la ignorancia sobre el efecto sede el debate energético. Esperemos que estas publicaciones muevan a la opinión para exigir que algo tan vital para España se aborde con transparencia, presteza y rigor. Si no, preparémonos a sufrir un nuevo choque energético.
El despilfarro español de ésta, literalmente sobrecoge. La cuarta es la caducidad de nuestro parque de generación de electricidad, y si efectivamente el plazo que queda es de 10 a 15 años, replanteándose el asunto de las tarifas y la reposición de activos que estudiaron Castañeda y Redonet (Conferencia Mundial de la Energía, 1960).
La quinta es el asunto de los gases contaminantes y nuestro papel en relación con Kioto, por un lado, y por otro, con las posibilidades de empleo de los carbones nacionales. La sexta es si debe mantenerse la ignorancia sobre el efecto sede el debate energético. Esperemos que estas publicaciones muevan a la opinión para exigir que algo tan vital para España se aborde con transparencia, presteza y rigor. Si no, preparémonos a sufrir un nuevo choque energético.