Gazprom, una de las mayores empresas energéticas del mundo, lleva meses comprando compañías y negocios en Europa, ajena a los debates de los políticos europeos ensimismados en una política común, pero incapaces de dar un salto en este sentido, precisamente por los episodios de patriotismo empresarial.
La soberanía nacional en los asuntos de la energía impide, de hecho, una política común, más allá de los términos que establece Competencia en este sentido que sólo aplican los países más débiles.
La mayor energética italiana, Eni, la francesa Gaz de France y la alemana E.On-Rhurgas, se han unido para intentar conseguir el apoyo de los políticos con el fin de que el mercado ruso -a través de los contratos con Gazprom- se abra a sus negocios y el suministro no esté en juego cada vez que los políticos sufren ataques de soberbia.
La iniciativa la contaba en su edición de ayer el Internacional Herald Tribune, que mostraba la contrariedad de estas compañías por las crecientes tensiones entre Rusia y la Unión Europea. La seguridad del suministro está en duda para Europa y las empresas exigen una mayor cooperación, por encima de la actitud de los políticos. Vladimir Putin ha cerrado el grifo del Gas en varias ocasiones, la última a Ucrania por sus conflictos particulares, provocando sobresaltos en los mercados.
El gas se ha convertido en una fuente de tensiones geoestratégicas, entre otras cosas, por esos brotes de cólera de Putin que ha hecho que Europa, con Angela Merkel a la cabeza le llamen la atención. Y eso que E.On-Rhurgas, es la única empresa no rusa que tiene presencia en el consejo de Gazprom, aunque ENI también tiene acuerdo que vencen este año.
Es curioso que sea la iniciativa empresarial la que se muestre preocupada por la seguridad en el suministro y les pida a los políticos que abandonen sus particulares fobias y se dediquen a construir una zona de libre comercio como manda el mercado. Está claro que el negocio del gas en el mundo es un negocio en el que los Gobiernos deciden por que en juego está el suministro de sus poblaciones, pero también lo es que sus actitudes no siempre benefician a los intereses generales.
Las grandes potencias europeas y también las grandes empresas están preocupadas por la posición de Rusia frente a los satélites del Este, que se han ido colocando estratégicamente el lado de los intereses americanos. Ahí está por ejemplo Polonia. De modo que algunos analistas quieren ver una especie de reverdecimiento de la ya olvidada guerra fría.
Mientras que los productores de gas del mundo, con Rusia a la cabeza, debaten la creación de un cartel del gas, las empresas europeas tratan de hacer lobby para garantizar y garantizarse el suministro, por encima de los caprichos y las diferencias políticas. En el lobby europeo están Alemania, Francia e Italia. Se echa de menos, sin duda, a España, aunque nuestro suministro parta en su mayoría de Argelia. Es una iniciativa que trata de solventar las carencias de una política energética común que por lo que se ve, resulta imposible.
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