A seis meses del "transitorio" paso de poderes, Cuba parece vivir con normalidad la sucesión institucional, mientras que Raúl y su dirección colegial llevan a cabo lentamente pequeños cambios. Los dos hermanos parecen tener estilos diferentes pero un mismo pensamiento: el socialista. La línea de Raúl no difiere mucho de la de Fidel, lo que confirma que “la revolución tiene una sola línea."
La temática más candente está representada por la economía. Según muchos analistas internacionales, el Presidente pro tempore sería partidario de una reforma a la “vietnamita” o a la “china”, así como de un férreo control económico por parte del Estado para garantizar una mayor libertad de acción a particulares y a empresarios extranjeros. En cambio, para los analistas nacionales, el problema está “mal puesto”. Es decir, el modelo chino no es exportable, y al intentar hacerlo, se estaría imponiendo un modelo operativo y funcional en un contexto que no es el suyo, un contexto diferente. La reforma del sistema económico no puede prescindir de la atenta valoración de las condiciones de la isla y sus potencialidades; la tentativa de dotar al País con una economía de mercado tendrá que tener en consideración los elementos endógenos a la economía cubana, intentando mejorar las condiciones generales de la población local. Otro gran riesgo que Raúl tendrá que afrontar es el tema de las relaciones con Estados Unidos. El pasado 2 de Diciembre, con ocasión de las celebraciones en conmemoración al desembarco del Granma, Raúl lanzaba un desafío al gobierno estadounidense, proponiendo una distensión de las relaciones bilaterales basadas en la confianza de que "los conflictos se solucionan no con las guerras, si no a través de soluciones políticas." El Presidente se declaró dispuesto a discutir la normalización de las relaciones en la mesa de negociaciones, respetando la independencia de la isla y sobre la base de los principios de "igualdad, reciprocidad, no injerencia y respeto mutuo." La postura asumida por La Habana parece bastante clara: preparados para discutir con la condición de que se reconozca la soberanía y la independencia de la isla. Pero Estados Unidos parece hacer "oídos sordos", mientras que la administración Bush se muestra poco propensa a cualquier tipo de negociación, no cediendo para nada en el tema del embargo, e intensificando el "Plan de Transición."
El tono apocalíptico sobre el futuro de la isla, después del sorprendente anuncio de Fidel, parece haberse desmentido completamente. El camino que está emprendiendo la isla parece contradecir el pensamiento de todos los que creían que sin Fidel, el País se habría hundido por completo: Cuba está demostrando ser un País sólido, organizado e institucionalizado. Fidel es líder indiscutible, autoridad carismática incontestable de la Revolución, pero no sólo eso: parece haber logrado, al menos hasta hoy, ganar la batalla más difícil, es decir "no vincular el proceso revolucionario a su persona", permitiendo así la supervivencia de la criatura incluso ante el alejamiento de su creador. Parece claro que la evolución política cubana está guiada por los hombres elegidos por Fidel, que incluso bajo una máxima independencia, actúan conforme al dictado castrista. Raúl continúa su labor de forma pragmática y atenta, consciente de la presencia insustituible de Fidel ("el liderazgo no se hereda”) y de la exigencia de compactar el PCC y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Estas dos entidades son la columna vertebral del régimen, los actores principales del nuevo escenario político nacional. El poder político de las FAR procede de su misma historia y de la presencia de los militares en los cuadros del PCC. Además, el Presidente pro tempore está llevando a cabo una obra de modernización de la burocracia cubana, declarando que es necesario "ceder el paso a las nuevas generaciones". Conforme a esto, durante el Congreso del PCC, el pasado mes de Julio, los hermanos Castro han reactivado la Secretaría del Comité Central, organismo del gobierno suprimido en 1991. Compuesta por 12 miembros, además de los hermanos Castro, la Secretaría está formada por 8 personas por debajo los cincuenta años, pertenecientes a la segunda y tercera generación de la Revolución. La secretaría y la fuerte personalidad de Pérez Roque y Carlos Lage plantean un futuro para Cuba a la insignia de la continuidad, con la sustitución del poder personalista y carismático por aquel de la burocracia colegial desarrollada bajo las enseñanzas del Líder Máximo.
En la isla no se ha producido una "sucesión convencional", sino un traspase bastante lento del mando, a la insignia de la continuidad, sin alterar la vida cotidiana de la isla. Raúl sigue la línea de su predecesor, aunque con algunas novedades. En primer lugar, la diferencia de estilo: discursos breves y directos, dejando "espacio y palabra" a las otras personalidades del Partido. Encima de las prioridades del "nuevo Presidente", están los tres temas a los que se debe prestar una especial atención: el problema alimenticio, el de los transportes y el de las viviendas, centrando la misma agenda política sobre su disolución. Además, Raúl no deja de lado las críticas a la burocracia nacional, a su desorganización y a la ausencia de colaboración en los diferentes rangos jerárquicos. Finalmente, Raúl parece propenso a continuar la obra de "modernización" del aparato directivo y la estricta lucha contra la corrupción.La concesión de libertades a los disidentes políticos del Régimen en los días precedentes favorece la imagen del nuevo gobierno, que es vista como la "representación práctica" de la buena voluntad del Presidente de desarrollar un cambio efectivo en la estrategia política nacional y una posible apertura al diálogo con franja local más critica con el castrismo.
La continuidad castrista parece haberse convertido en una realidad efectiva. Raúl, que en una primera fase parecía un simple "Caronte" de un nuevo ciclo político, falto como estaba de un ideal plenamente caudillista, parece haber llevado la escena política cubana por un nuevo curso. Con su reconocido pragmatismo, el nuevo mandatario ha conseguido llevar a cabo un cambio imperceptible en la cumbre y en la estructura del poder pasando del "Poder Supremo" de Fidel, a un triángulo con él mismo situado en el pico más alto, y con las Fuerzas Armadas y el partido en los rincones más bajos. El Partido Comunista y el ejército se benefician de un nuevo protagonismo y de las garantías de unidad de la isla, asumiendo funciones relevantes en el campo político y económico (las FAR administran más de 800 compañías, el 30% del total, controlando directamente sectores estratégicos como el azúcar, las construcciones o el turismo).
Son muchos los desafíos para el gobierno cubano. Para empezar, la necesidad de una reforma económica. Y luego, está también el problema con EE.UU: Raúl ha tendido su mano a Estados Unidos, pero la respuesta del ejecutivo estadounidense ha sido la asignación de nuevos fondos federales para "promover la democracia en Cuba" a través de una "agencia" expresamente creada para la transición. Presumiblemente la oferta se merecía una mejor suerte; la vía de la negociación era la única posibilidad que le quedaba para solucionar el problema, por lo que, como ocurre en esta clase de juego en la que una parte decide invertir, esta vez tocará a Cuba esperar un cambio en la administración norteamericana.
El nuevo organigrama colegial gobierna demostrando que, incluso siendo huérfana del "padre" de la revolución, la isla no está precipitada al abismo o colapsada, lo que seria aún peor. El gobierno cubano ad interim opera con absoluta tranquilidad, demostrando que el futuro de Cuba no se decide “fuera del País”: los cubanos determinarán cuál será el camino más viable a continuar o de qué manera se puede "reformar" la Revolución.
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