La financiación de proyectos ligados al desarrollo de las energías renovables ha supuesto una ventana de oportunidad que los bancos no han querido desaprovechar. La irretroactividad de las tarifas, la estabilidad en los flujos de caja y la predecibilidad de los gastos de conservación y mantenimiento, cerrados anticipadamente con el gestor, han hecho que los bancos apuesten por el renovable tanto desde las fórmulas tradicionales ligadas al project finance como a través de nuevas alternativas.
Según publicaba Financial Times en su edición del 21 de junio, en un artículo de Ivar Simensen, que es de los periodistas que hay que seguir sí o sí, la industria ha captado 35.000 millones de euros del 2000 hasta ahora. De esos casi seis billones de las antiguas pesetas, 19.600 millones han ido a parar a la industria eólica con una participación muy importante de BBVA (1.800 millones), Caja Madrid (680 millones) y La Caixa (580 millones), lo que les sitúa respectivamente en los números 1, 8 y 10 del ranking paneuropeo. En comparación, sólo 280 millones de euros han ido a financiar proyectos fotovoltaicos, lo que da idea del enorme campo que, sobre este renovable, se abre en la actualidad.
La llegada de nuevas entidades al mercado ha provocado un incremento de las ventajas para los promotores de los parques, fundamentalmente solares, que es donde está el negocio, y, como consecuencia de ello, un incremento de los riesgos asumidos por los financiadores. En efecto, las firmas compiten por ofrecer la mayor financiación, con las menores garantías y a los tipos más ajustados en una carrera por posicionarse ante el freno del mercado hipotecario. Los procesos de due diligence se acortan y se igualan por abajo promotores serios con otros de dudosa credibilidad. ¿Les suena? En la medida en que los proyectos crecen en tamaño, los riesgos asociados se disparan. No es extraño encontrar en los clausulados la responsabilidad total de los propietarios hasta que se produzca la puesta en funcionamiento del parque. Es un mal menor.
Prueba de este incremento del perfil de riesgo la hayamos en las nuevas formas de financiación, que no hacen sino distribuir el riesgo desde el balance de las entidades financieras hasta una pluralidad de prestamistas. Las titulizaciones con subyacente ‘parque de renovables’ están a la orden del día y, aunque presentan ventajas como la de aglutinar un conjunto de activos de distinto riesgo geográfico, regulatorio o de ejecución, sin embargo el riesgo sigue estando ahí, especialmente si tenemos en cuenta que es un negocio viable porque está subsidiado y que, sin dicha subvención, no tendría porvenir.
No es oro todo lo que reluce en el mundo de las energías renovables. El hecho de que las entidades financieras hayan entrado en una loca carrera por poner su balance en el mismo supone una garantía de valor relativo. Una buena due diligence del gestor, un estudio severo de la viabilidad del periodo de construcción y de los aprovisionamientos y una política adecuada de cobertura de riesgo se impone por parte de todos, inversores y financiadores. Hay negocio para todos, pero no todo lo que huele a renovable es, ni mucho menos, un negocio.
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