by José Javaloyes
Cabría decir que el desenlace de las OPAs sobre Endesa —la catalana de Gas Natural y alemana de E.ON— pudo cantarse desde el momento en que el Gobierno, instigador de la primera, se encontró con que el caballo de Troya del gas ruso daba una coz de muerte a los sueños imperiales de La Caixa (del nacionalismo catalán) de hacer un doblete energético, es decir, meterse a Endesa en el zurrón, previa compra de consentimientos presidenciales, como antes se puso a Repsol en el talego.
No le habían valido al Gobierno de coalición —parlamentaria— con los nacionalismos las irregularidades cometidas con los órganos reguladores para sacar adelante, “como sea” o como fuese, una oferta como la de Gas Natural, que menospreciaba al mercado. El precio ofrecido a los accionistas de Endesa, y las propias condiciones de pago, eran ridículas. Además de una cacicada política contra la ley de la oferta y la demanda.
A huevo se lo pusieron al gigante alemán. Sin despeinarse, E.ON barrió con la suya la OPA de Gas Natural. Los responsables daban la cosa por hecha, sin reparar, Gobierno y catalanistas, en que la misma política que había creado la oportunidad de entrar a tan bajo precio en el cortejo a los accionistas de Endesa podía a ocasionarle después, ya con los alemanes por en medio, todo género de dificultades. La reiterada manipulación de los órganos regulares durante la OPA de Gas Natural no ha sido posible, sin embargo, con la contraopa de E.ON, por medio del cambio de las reglas de juego, cuando el partido había entrado en el segundo tiempo…
La Comisión Europea, que previamente, con la OPA de Gas Natural, había otorgado competencia en la materia al Gobierno español, se puso de manos contra la última iniciativa de éste frente a E.ON. Bruselas, con dos varas políticas de medir, cedía a las presiones de Berlín para que, de una parte, certificara la trampa hecha por el Gobierno de Madrid, y de otra, pasara por alto el dato de que no existe un mercado europeo de la energía. Tan es así que alemanes y franceses hacen, en este campo, lo que se les pone en el gorro.
La misma Comisión de Bruselas, que injustamente no quiso reconocer la condición europea que correspondía a Endesa por el hecho de su facturación mayoritaria, para que Moncloa hiciera de su capa un sayo frente a la defensa de su propio proyecto empresarial por parte de Endesa, ha sido después una CE sensible a las no más justas presiones de Berlín para que la Comisión Nacional de la Energía, enrocada en la norma espuria que el ministro Montilla se sacó de la manga, cerrara el paso a la OPA de E.ON.
Y de esta manera se ha llegado al actual capítulo de esta historia. Cargadas sus espaldas con el peso de los errores cometidos internacionalmente, el Gobierno del presidente Rodríguez carece de fuerzas para detener la presión alemana; obligado, por ello, a transigir con un pacto para que E.ON entre para desarbolar una sede española de decisiones multinacionales. Ello pondría sobre la mesa el desguace de Endesa y la liquidación de un proyecto que resultaría imposible si tal desguace y el desmantelamiento se consolidan, periclitando la independencia de la primera empresa eléctrica de España.
Todo está supeditado, sin embargo y pese a los Gobiernos de Madrid y Berlín, al supremo veredicto del mercado: a la voluntad soberana de los accionistas. Es tiempo todavía de que éstos impidan, más allá de la política y los apaños políticos, la desarticulación y el reparto de los activos de Endesa. Ese desguace que, esfumada la masa crítica sobre la que se levantan sus brillantes resultados, arrastraría la pérdida de las complementariedades y las sinergias integradas en su actual conjunto constitutivo.
Cumplir con sus socios catalanes y rendirse a sus interlocutores alemanes haría al cabo que este Gobierno dilapidara un proyecto nacional que pone en sede española decisiones que retribuyen a sus accionistas, nacionales y extranjeros, en grado y medida tan notorios. Pero, en fin, son los trofeos del estadista Rodríguez.
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