Se han cruzado como dos rayos sobre la vertical de Endesa. Desde Bruselas, la conminación al Gobierno español para que modifique la alteración de reglamentos a medio partido que se hizo un día para que se estrellara la OPA de E.ON sobre la primera eléctrica española. Y desde el empresariado nacional, desde el mercado y por el mercado, la entrada de Acciona en el capital de Endesa; una operación que mueve de forma muy sensible el tablero sobre el que la eléctrica alemana jugaba con tranquilidad y holgura —sabida la respuesta de la Comisión Europea— sus bazas para alzarse con el control de la sociedad presidida por Manuel Pizarro.
Lo que algunos han llamado el culebrón de Endesa crece en términos de magnitud y presenta un viraje de sentido nacional que muchos estábamos echando de menos. Eso que parece ausencia de todo rasgo especulativo y cortoplacista del nuevo gran accionista de la primera eléctrica española parece cambiar la cualidad de horizonte que contemplábamos desde hace trece meses: primero, el secuestro financiero-político del control de Endesa por parte del tripartito de Cataluña, a través de Gas Natural, de la que es La Caixa accionista mayoritario; después, la entrada triunfal de la OPA de E.ON, alfombrada de presagios resolutivos a su favor por la racanería de la oferta catalana.
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