EL sector español de la energía vivió ayer un frenesí comprador que podría acabar con la delimitación de un nuevo panorama empresarial. Una recomposición que, de momento, está a expensas de la evolución de las dos operaciones en marcha, la de Acciona sobre Endesa y la de ACS sobre Iberdrola, y la respuesta de los agentes implicados.
La compleja y prolija historia de las opaslanzadas sobre la compañía eléctrica Endesa registró ayer dos nuevos capítulos que, lejos de despejar la situación, complican aún más su imprevisible desenlace. En primer lugar, la comisaria de la Competencia europea, la holandesa Neelie Kroes, ha proporcionado un sonado varapalo al Gobierno español al considerar incompatibles con los Tratados las condiciones impuestas por la Comisión Nacional de la Energía (CNE) para aceptar la oferta emitida por E.ON. Bruselas exige además al Ejecutivo español que justifique en un plazo de dos meses su decisión de ampliar las facultades de la CNE, atribuciones sobrevenidas que permitieron establecer nuevos requisitos a la iniciativa de la empresa alemana, en lo que se entiende como un emplazamiento para que dé marcha atrás. El tropiezo es grave en cuanto a la forma y deja en mal lugar al Ejecutivo, que cometió la torpeza de cambiar las reglas de juego en mitad de la partida y de hacerlo, además, violentando unas normas que estaba obligado a cumplir.
Sin embargo, este fracaso europeo y esta reprimenda pública han perdido mucho de su sentido ante el último movimiento realizado por la empresa española Acciona. La compra de un 10% del capital de Endesa, el anuncio de que subirá el porcentaje sin superar el límite que le obligaría a lanzar una opa y su pública decisión de participar en la gestión, pasando a formar parte de su núcleo duro, proporciona un severo golpe a los planes alemanes. La eléctrica germana E.ON, que contraatacó ayer mismo subiendo sustancialmente su oferta, condiciona su operación no solo a la aceptación de una mayoría de los accionistas, sino también a un cambio radical de los estatutos de la compañía sometida a la opa -que ahora limitan al 10% el ejercicio del voto de cualquier participación, aunque sea superior-; y este cambio no se producirá, razonablemente, si a él se opone la conjunción de fuerzas entre los nuevos entrantes y alguno de los antiguos accionistas, como es el caso de Caja Madrid.
De ahí que el panorama haya cambiado bruscamente en pocos días. El acuerdo feliz, prometido por José Luis Rodríguez Zapatero, contentó a la canciller Merkel, pero por muy poco tiempo. La nueva operación puede defraudar a nuestros amigos alemanes, pero también solucionar los dos mayores problemas que tenía su oferta. Si triunfa Acciona -con la ayuda de quien esté con, o detrás, de ella- Endesa podría seguir regida por intereses españoles y, lo que es más importante, sin tener que sufrir ningún tipo de amputación en sus activos. Los nuevos socios, al menos los que ahora se conocen, son empresas escasamente relacionadas con el sector de la energía y sería muy difícil encontrar en su propuesta el menor ataque a la competencia o algún tipo de daño para los consumidores.
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