por
José Ramón Torralbo
Director de la central nuclear de Santa María de Garoña
Las medidas de seguridad de un aeropuerto internacional o de una prisión española son irrisorias en comparación con el búnquer en el que se ha convertido Garoña: «Las cosas han cambiado mucho desde el 11-S y el 11-M», nos explican. En el valle de Tobalina las nubes aún no se han levantado e impiden la visión de la central hasta que se accede a escasos 100 metros de la alambrada perimetral. Ningún cartel en la carretera indica que nos dirigimos a la planta nuclear, salvo por los recordatorios que los ecologistas y grupos que defienden su cierre han pintado en los mojones más próximos. Ayer se produjo una nueva ‘marcha sobre Garoña’ para exigir el cierre prometido por Zapatero, la pasada semana el calentamiento del Ebro provocó una parada controlada no prevista y Nuclenor, la empresa propietaria de la central, que se enchufó a la red eléctrica en 1971, acaba de solicitar a Industria una prórroga para operar hasta 2019, ampliando en una década la que ya tiene. Comenzamos por lo más cercano en el tiempo.
Esta central nuclear está diseñada para resistir el impacto de un avión comercial y para soportar terremotos de siete grados en la escala Richter. ¿No es extraño que un condicionante climático tan vulgar como es el calentamiento de un río consiga detener su actividad?
Bueno, eso tiene matices: la central no la para el río, la paramos nosotros de acuerdo con los procedimientos establecidos. Efectivamente tanto el edificio del reactor como todos los equipos del interior están preparados para llevar a cabo una parada controlada en casos muy extremos, como un terremoto o el impacto de un avión. ¿Qué pasa con el río? Pues tengo que decirle que en toda la historia de la central no se había dado nunca una temperatura de 25 grados en el río, pero nosotros tenemos un libro de funcionamiento en el que está definida la forma en la que tiene que operar cada sistema de la central. Uno de esos límites administrativos dice que, por encima de los 25 grados, paremos la central. Y así lo hicimos. Nosotros utilizamos el agua para que funcionen los equipos de refrigeración y el límite de temperatura pretende garantizar que esos equipos están disponibles si fuese necesario utilizarlos.
Yo supongo que el coste de hacer una parada en el reactor y volver a conectarse a la red tiene que ser inmenso. Por otro lado es un hecho probado que la temperatura media continuará subiendo en los próximos años. ¿No cree que esta puede ser la primera de muchas paradas motivadas por el calentamiento global?
De momento es un hecho aislado, pero lógicamente ya estamos analizando la evolución de la climatología nacional y mundial y vemos que hay soluciones tecnológicas disponibles que nos permitirán, por una parte, elevar ese límite administrativo y, por otra, sustituir esos equipos técnicos por otros que puedan asumirlo. Por lo tanto no es una preocupación, pero aún así lo estamos analizando y vemos futuro en esos sistemas.
Y ven futuro también en la central porque acaban de pedir una prórroga de actividad hasta 2019, lo que supondría estar funcionando casi 50 años. ¿Verdaderamente Garoña goza de buen estado de salud?
Bueno, yo estoy aquí porque creo que sí (bromea). Estoy convencido de que con sus 35 años de funcionamiento está en la mitad de su vida operativa. Esto se comprueba porque medimos cada día cómo se comporta en un montón de parámetros, como si fuera la salud de una persona. Eso lo hacemos nosotros y los dos inspectores del Consejo de Seguridad Nuclear que están trabajando de forma continua en la central. Se está demostrando que cuantos más años pasan somos aún más fiables: esto se debe a que la renovación de equipos es constante y, sobre todo, a nuestra plantilla. Los trabajadores han tenido muy poca rotación y llevan 35 años de formación continua tanto en España como en el extranjero, así que la veteranía es un grado.
Volvamos a la licencia. Montilla dice que esperará al informe del Consejo de Seguridad Nuclear para ampliar, o no, la licencia de la central. En su discurso de investidura, el presidente Rodríguez Zapatero prometió cerrar todas las centrales españolas en un máximo de 20 años. ¿Consideran que la prórroga puede tener un ‘precio político’?
Nosotros trabajamos en seguir operando y demostrar que la central es absolutamente segura, y también nos volcamos en análisis similares a los de las centrales nucleares americanas que ya tienen licencia para operar hasta 60 años, para demostrar que todos los equipos pueden seguir funcionando. Esas son nuestras líneas de trabajo. Vamos a demostrar que eso se puede hacer remitiendo al CSN cuanta documentación nos requiera para ponerla a disposición de quien tenga que tomar la decisión. Si cualquiera de nosotros comienza a pensar en condicionantes políticos no estaríamos centrados en nuestro trabajo.
El CSN ha dicho en varias ocasiones que hay una serie de varillas que penetran en el reactor que están agrietadas. ¿Son ustedes conscientes de lo mal que suena eso para los que no somos ingenieros?
Se ha hecho mucho ruido con ese tema y puedo garantizarle que no hay ningún problema de seguridad. Lo que tenemos es un conocimiento bastante profundo del fenómeno y podemos entrar en explicaciones técnicas si quiere.
Si me lo explica como a un niño pequeño y lo puedo entender, adelante.
Dentro de la vasija del reactor, que por cierto está demostrado que se encuentra en óptimas condiciones, están las penetraciones por las que se mueven unas barras. En la parte inferior hay unos manguitos que recubren esa penetración y ese manguito está soldado al tubo por el que pasan esas barras. En la soldadura de unión del manguito y el tubo es donde se han producido esos defectos, pero si no se pudiera operar en esas condiciones nosotros seríamos los primeros en no tomar una decisión irresponsable. Esos defectos tiene poca importancia, lo controlamos, pero desde el punto de vista funcional no es importante porque aunque separases completamente esa soldadura, la propia geometría de la instalación impide que el conjunto se pueda mover, luego está garantizada la inserción de las barras, que es lo que sirve para detener el reactor. En este momento lo que estamos aplicando es una vigilancia continua y una serie de sellos mecánicos que están funcionando perfectamente.
Decía antes que hay centrales americanas con licencia para operar 60 años, aunque ninguna los ha cumplido aún. ¿Cuántas de las 441 centrales que hay en todo el mundo son ‘contemporáneas’ a Garoña?
Hay 14 con las mismas fechas de origen o que son de la misma generación que la nuestra. De las que tienen una licencia para 60 años hay varias de los años 70 y 71.
¿Y no cree usted que merece más la pena ir pensando en cerrar esta central, esperar a la tecnología de fusión (que no produce residuos nucleares) y comenzar a hablar de una Garoña II mucho más moderna?
No es en vez de, sino además de. ¿Por qué vas a parar una instalación que está funcionando bien, en condiciones de seguridad y asegurando una energía muy fiable cuando otras están comprometidas, bien porque no tenemos viento, o agua, o por factores meteorológicos, o por los costes de importación de hidrocarburos o por las emisiones al medio ambiente? Garoña está en las mismas condiciones que las centrales más modernas a nivel nacional e internacional y eso se puede demostrar con números y análisis de riesgos. La fusión implica un largo plazo y no es ‘esperable’ en menos de 30 o 40 años para su explotación comercial.
Se hablaba de la segunda década del siglo...
No. Con seriedad, no se puede hablar de corto o medio plazo. De momento la única energía que garantiza el suministro de forma fiable y sin depender de factores externos es la nuclear. En España es un concepto más débil desde el punto de vista político, pero en Estados Unidos están licenciando ya los nuevos diseños de centrales nucleares, al igual que Francia, Finlandia, Inglaterra, Holanda... No sobra nada.
Es curioso, mientras diversos estudios hablan de la necesidad de construir 4.500 centrales nucleares en todo el mundo, lo que implicaría multiplicar por diez el número actual, en España se pretende cerrar las seis que existen. Greenpeace presenta informes en los que demuestra que el total de la energía generada en España es muy superior al total de la energía consumida. ¿Nos podemos permitir, con las cifras sobre la mesa, prescindir de las nucleares?
Es un debate que ya no está encima de la mesa. La energía nuclear es la base de la sostenibilidad energética. Con un incremento de demanda que supera el 4% anual debemos mantener lo que tenemos en las mejores condiciones y buscar nuevas fuentes de generación energética que, de momento, está siendo exclusivamente el gas a través de ciclos combinados. Así se está aguantando el incremento de consumo, pero si quitáramos el 20% del conjunto de la generación energética que suponen las nucleares, tendríamos que sustituirlo automáticamente con algo, y ese algo tiene que garantizar el funcionamiento, por ejemplo, de toda la industria de Burgos. Con aerogeneradores que funcionan sólo cuando hay condiciones climáticas muy concretas no parece viable. No, no es prescindible.
Tenemos el barril de crudo flirteando con los 75 dólares y el protocolo de Kioto encima de la mesa. Ambos factores han acuñado un nuevo tipo de ‘opinión’, la de los ‘ecologistas nucleares’. Estos defienden que es la energía que menos emisiones nocivas lanza a la atmósfera (el 0%), pero sigue quedando pendiente la cuestión de los residuos que, en este caso, son de alta intensidad. Ahora se busca emplazamiento para una instalación que los centralice y Burgos estaba en todas las quinielas. Hablar de residuos nucleares aterra...
La experiencia de estos años de funcionamiento de tantas centrales a nivel mundial demuestra que los incidentes relacionados con los residuos han sido nulas. Además son residuos inertes y los que genera una central nuclear, el combustible, tienen un tratamiento muy sencillo en barriles cementados y perfectamente sólidos. El almacenamiento temporal consiste en que el combustible gastado, con la misma geometría con la que ha funcionado, se mete en un contenedor preparado para soportar muy diversas circunstancias. Se almacena en edificios preparados, es reversible, es decir, si hubiera que abrir y volver a cerrar en otro contenedor se podría hacer, y esta es una situación en la que no hay ninguna actividad: podemos estar pegados a un contenedor charlando sin que exista riesgo alguno para nosotros. En Trillo ya los tienen en depósitos externos. Por otro lado, las ventajas desde el punto de vista del desarrollo económico que va a tener el futuro centro allí donde se instale van a ser muy importantes.
Sí, la energía nuclear lo bueno que tiene es eso, que siempre va a de la mano del capital... Es obvio que esta comarca no sería lo que es si no fuera por la ubicación aquí de la central nuclear y así lo dicen las gentes de la zona. Aparte de ser rentable para la comarca lo es, y mucho, para los propietarios. ¿Garoña, como central que puede, según ustedes, funcionar 50 años es la gallina de los huevos de oro?
El objetivo de la central es funcionar de forma segura y fiable. Como cualquier instalación industrial tiene que ser rentable y si no fuera así dejaría de funcionar. Mientras el mercado eléctrico español estén en las mismas condiciones, la energía nuclear seguirá siendo competitiva y está haciendo que la tarifa eléctrica se contenga, que no crezca.
Si desmantelar Zorita, que es una instalación menos ‘potente’ que esta, tiene un coste de 170 millones de euros, ¿cuánto puede costar desmantelar Garoña?
Pues no manejo ese dato, pero no trabajo en el desmantelamiento, ni pienso en ello, ni quiero que nadie de mi organización lo haga. Ya habrá tiempo.
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