La petrolera francesa Total tomó ayer el control de la española Cepsa, en cumplimiento del laudo que obligaba a Emilio Botín a venderle el 4,35 por ciento que el Santander tenía en una sociedad conjunta a un precio ridículo, 4,5 euros por acción, en comparación con los 55 euros a los que cotiza la petrolera.
Es de los pocos pulsos que ha echado Botín que no le han salido como él esperaba. El presidente del Santander aún no ha dicho la última palabra. Busca un comprador para el 27,9 por ciento que tiene en la petrolera, lo que le permitirá añadir nuevas plusvalías a los 1.500 millones que ya tiene en Cepsa y cantar victoria.
Botín ha intentado colocar este paquete a Florentino Pérez, presidente de la constructora ACS, pero el precio pedido era tan alto que hasta el ex presidente de los galácticos dijo que no. El problema es que el comprador que adquiera este paquete no logra la mayoría de la compañía.
La otra cuestión pendiente es si los franceses confirmarán al frente de Cepsa a Carlos Pérez de Bricio, que ha procurado en los últimos años nadar y guardar la ropa. De Bricio había tenido algún roce con el Santander, que le acusó de decantarse por los galos, aunque él siempre tuvo un cuidado exquisito por mantenerse en una posición neutral.
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