La energía nuclear está caliente. Dieciséis empresas de servicios públicos han expresado sus intenciones de construir hasta 25 reactores nuevos en los Estados Unidos. Sólo el mes pasado, NRG Energy (NRG) en Princeton, N.J., dio a conocer sus planes de invertir USD 5,2 mil millones en dos reactores nuevos en una planta atómica ya existente, cerca de Houston.
Es el renacimiento nuclear, ¿no es cierto? No todavía. Los entendidos están apostando miles de millones al etanol, las energías eólica y solar, pero el dinero no inunda las plantas nucleares. “El verdadero obstáculo no es el Sierra Club, sino los analistas de 28 años de edad de Wall Street”, dice Bob Simon, demócrata, director de personal del Comité de Energía y Recursos Naturales del Senado.
Los entes reguladores podrían poner obstáculos si los diseños propuestos no cumplen con los estándares de construcción y seguridad. Pero el recuerdo de las demoras, costos excesivos y las bancarrotas, que terminaron con el romance de Estados Unidos con la energía nuclear a mediados del siglo veinte, son los obstáculos más temidos. “Los inversores siguen recelosos de los riesgos de la construcción”, dice Paul Ho, uno de los directores del grupo energético Credit Suisse First Boston’s(CSR)
RECUERDOS. Por eso, dentro de cinco o seis años, cuando probablemente las primeras licencias de construcción y operación ya hayan sido otorgadas, sólo los más solventes y diversificados, como Duke Energy (DUK) y Southern Co., podrían tener posibilidades de hacer pié en estas aguas, explica Denise Furey, Directora Senior de Energía Global en Fitch Ratings. A esa escala, estas empresas podrían financiar estos proyectos durante más o menos una década, utilizando alguna combinación de financiación propia y de préstamos. Pero eso está muy lejos de una nueva era nuclear.
Históricamente, las empresas de servicios públicos hicieron un trabajo “atroz” controlando cronogramas y costos, dice David Schilssel, economista de Synapse Energy Economics en Cambridge, Mass. Entre 1975 y 1989, el tiempo requerido para completar la construcción de una planta, trepó de 5 a 12 años. Los gastos para un conjunto de 75 plantas de primera generación ascendieron a un total de USD 224,1 mil millones (en moneda constante), 219% más de los estimado, de acuerdo con un estudio del Departamento de Energía de 1986. Con el tiempo, muchas empresas de servicios públicos sucumbieron debido a estas deudas, aun cuando las facturas de los clientes se iban a las nubes.
Las empresas de energía dicen que pueden bajar los costos, gracias a nuevos diseños de planta estandarizados y a un proceso de otorgamiento de licencias más racionalizado. “La gente olvida que los problemas de construcción fueron cosa de hace 30 años. Ha habido muchos adelantos desde entonces”, dice el CEO de NRG, David Crane. La empresa planea utilizar reactores de General Electric (GE) y Hitachi que han sido instalados en Japón. En esta época, la industria apunta a construir nuevas plantas por un monto de entre USD 1.500 y USD 2.000 kilovatios de capacidad, comparado con un costo máximo, ajustado por inflación de aproximadamente USD 4.000 en la década de los años setenta.
LAS BONDADES DE LA LEY DE ENERGÍA. El problema es que las plantas más baratas que se han construido recientemente, todas ellas fuera de los Estados Unidos, han costado más de USD 2.000 por kilovatio. Y los diseños de avanzada que ahora están en los tableros de los Estados Unidos nunca se han construido aquí. “Una instalación primera en su clase siempre cuesta más”, dice John Kennedy, uno de los directores de Standard & Poor’s. “Las plantas nucleares deberían ser parte del mix energético”, dice David Ratcliffe, CEO de Southern, pero nadie quiere ser el primero en construirlas. “Todos quisieran ser, en realidad, el número 10”, agrega Ratcliffe.
Según Public Citizen, un grupo de defensa de los derechos del consumidor, la Ley de Energía del año pasado tentó a la industria nuclear con USD 13 mil millones en incentivos. Éstos se concentran en las seis primeras plantas y van desde una reserva de USD 2 mil millones para cubrir sobrecostos de construcción debido a cuestiones legales, hasta un crédito fiscal por productividad de USD 5,7 mil millones. Aún así, esto puede no ser suficiente, todavía, para brindar un incentivo suficiente y lanzarse a la nueva construcción”, dice Kennedy.
El Secretario de Energía, Samuel Bodman ofrece seguridad sobre las plantas nucleares. “Estoy convencido de que para 2010 asistiremos al comienzo de la construcción de los primeros seis reactores”, dice, “pero no necesitamos seis reactores. Necesitamos 16, o 26”. Hasta que no se otorguen las licencias para esas primeras pocas plantas dentro de unos pocos años a partir de ahora, los financistas y muchas empresas de servicios públicos pueden simplemente esperar para ver cómo cambia el juego. “Wall Street es muy corta de vista”, dice Furey. O tal vez no puede olvidar lo que ha visto.
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