La reciente 'cumbre' informal de Lhati -Finlandia-, dedicada casi monográficamente a analizar la situación energética de Europa, sirvió para dar plena visibilidad al hecho preocupante de que Europa depende absolutamente, en este delicadísimo asunto, de un país no democrático y corrompido, Rusia, dirigido por un autócrata descarado y sin escrúpulos, Vladimir Putin, y de unos regímenes islamistas inestables y en incierta evolución (también se vio que, pese a esta evidencia, los Veinticinco no son conscientes de la imperativa necesidad de emprender políticas comunes, pero ésta es otra cuestión). El grado de dependencia de Centroeuropa con respecto a Rusia supera el 80% en algunos países; en nuestro caso, la dependencia, de parecido orden de magnitud, es con el Norte de µfrica, y resulta tan intranquilizadora como aquélla.
El mismo día 20 de octubre en que tenía que lugar la reunión del Consejo Europeo, se celebraba en los salones del Senado español una reunión de la Asamblea General del Club de Madrid, que como se sabe reúne a 68 ex jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo, y en la que el ex presidente González efectuó propuestas interesantes en materia de energía nuclear. A juicio del líder socialista, "es inevitable una crisis de oferta energética" en menos de diez años, debida no tanto a la falta de recursos sino a la ausencia de una "estrategia política que acompañe a las estrategias empresariales de inversión", y que generará un "aumento exponencial de la tensión internacional". De donde resulta la propuesta de "replantear seriamente" la moratoria nuclear que él mismo implantó en España en 1984. El propio González ha resumido después su posición en un artículo, en el que detalla que han desaparecido en buena parte las dos razones que le movieron a tomar aquella decisión: "me tocó decidir la moratoria para España (..) basada en problemas de seguridad y, sobre todo, en la imposibilidad de eliminar residuos radiactivos. La primera cuestión ha sido resuelta tecnológicamente con mejoras sustanciales. La de la eliminación de residuos plantea más dudas, pero deberíamos conocer el grado de avance del Centro Europeo de Investigación de Física de Partículas en este terreno para fundamentar un debate serio".
Efectivamente, el futuro de la energía nuclear, que por añadidura va en la dirección marcada por el protocolo de Kioto -que obliga a reducir drásticamente las emisiones procedentes de la oxidación de combustibles fósiles-, no puede supeditarse a tabúes sin sentido ni desvincularse del análisis racional de estas cuestiones mencionadas, la seguridad y la eliminación de residuos. Así lo han hecho países como Francia o el Reino Unido, que con toda naturalidad han reanudado sus planes de construcción de centrales nucleares, cada vez más tecnológicamente perfectas, ante unas opiniones públicas que han dejado de polemizar sobre este asunto, que se ha digerido plenamente.
Deberíamos dar de una vez por definitivamente superadas las visiones utópicas del ecologismo idílico que se manifiesta partidario de regresar a la antigua Arcadia, en la que ni siquiera es necesaria la luz eléctrica. Nuestro bienestar presente y futuro depende de que exista oferta suficiente de energía y a precios razonables, capaz de colmar nuestra demanda. De ahí la conveniencia de asegurar aquélla, hoy literalmente pendiente de un hilo. Por supuesto, hay que hacer todos los esfuerzos posibles para incrementar las fuentes limpias y renovables de energía -eólica, geotérmica, solar, biomasa, etc.-, pero hoy por hoy no es realista fiar a estos sistemas la sustitución de la energía de origen mineral.
La reducción de la dependencia energética de nuestro país no es el resultado de una pulsión nacionalista o autárquica sino la consecuencia de tener que asegurar el abastecimiento. En parte, ello puede garantizarse hasta cierto punto mediante la diversificación. Pero por obvias razones, un mayor nivel de seguridad de la oferta sólo puede conseguirse mediante la apelación a la energía nuclear.
Ya se sabe que este camino de rehabilitación de la denostada energía nuclear, también utilizada lamentablemente con terribles fines militares, está erizado de espinas. De un lado, sobrevuelan el panorama los grandes accidentes de la historia -"Three Miles Island" en 1979; Chernóbil en 1986; Vandellós en 1989-, que con las tecnologías actuales no se hubieran producido. De otro lado, es claro que en este asunto existen intereses económicos importantes que se pondrán en tensión y tratarán de influir en todas direcciones. Las decisiones políticas, que son urgentes, habrán de tener en cuenta toda esta complejidad.
source: Canarias7
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