Para la fecha de la independencia existía una clase dominante. Era la oligarquía terrateniente, la que redactó la constitución fundacional de 1811 ajustada a sus intereses de clase. Esta clase dominante perdió su poder político y económico y desapareció físicamente con la guerra a muerte. Primero Bolívar ordenó ejecutar a los oligarcas realistas y después Boves masacró a los oligarcas patriotas y repartió sus tierras entre los pobres, legalizando el pillaje.
Terminada la guerra de independencia, los “señores de la guerra”, o jefes militares patriotas, llenaron el vacío dejado por la clase extinta, apoderándose de sus bienes y asumiendo el poder político y económico sin contrapesos sociales ni frenos institucionales. La etapa pre-petrolera fue del dominio absoluto de los “señores de la guerra” con sus improvisados ejércitos privados.
Con la renta petrolera se hizo fuerte la República, su propietaria exclusiva, pasando las provincias o estados a depender financieramente de ella. Y sobre todo la renta petrolera le permitió al Presidente de la República crear la Fuerza Armada Nacional, con la cual sustituyó el poder de las armas de los “señores de la guerra” por el poder de las armas de los militares profesionales, que desde entonces ha sido determinante.
Durante la etapa petrolera, sobre todo entre 1958-1999, el contrapeso social a la fuerza armada, fueron los partidos políticos de necesaria composición policlasista, ya que ninguna de las clases sociales tenía fortaleza suficiente para ejercer de por sí el poder político. Por ello los partidos reunían en sus filas a trabajadores y clase media junto a la burguesía que se esforzaron en crear y fortalecer con dinero y negocios del Estado. Este esquema falló porque, por una parte, al no ser la burguesía venezolana resultante de una revolución industrial, sino la usufructuaria de privilegios, subsidios y contratos del Estado, carecía de peso específico para servir de contrapeso social debido a su carácter parasitario. Y, por la otra, al no haber habido revolución industrial sino renta petrolera, fue creciendo el sub-proletariado o “lumpen proletariado”, carente de la conciencia de clase de los trabajadores industriales y, por tanto, susceptible a la compra del voto con dádivas. El resultado fue que, tomado el gobierno por una camarilla militar, no tuvo necesidad de ilegalizar partidos y sindicatos, los cuales han ido extinguiéndose de hecho quedando el gobierno sin contrapesos sociales ni políticos. Por no haberlos, la camarilla militar ha tenido desde 1999, y aún tiene, manos libres para el manejo de la renta petrolera.
La situación se ha agravado desde 2002 con el alza desmesurada de los precios del petróleo. En primer lugar, la llamada “enfermedad holandesa”, contraída desde antes por la economía nacional, llegó a su fase aguda con la destrucción masiva del parque industrial por la riqueza repentina derivada del petróleo, la cual arrasó con la burguesía productora sustituyéndola por otra enriquecida a la sombra del poder: burócratas corruptos, importadores y contratistas gobierneros, partícipes del saqueo de la renta petrolera. Y, en segundo lugar, el aplastante peso de ésta, manejada discrecionalmente por la camarilla militar, ha hecho de la República un monstruo demoledor de los contrapesos sociales, operando la “primera ley de la petropolítica” enunciada así: “el precio del petróleo y el avance de las libertades van siempre en dirección opuesta en los países petroleros, cuanto más sube el precio mundial medio del crudo más se deterioran la libertad de expresión, la libertad de prensa, las elecciones libres y limpias, la independencia del sistema judicial, el imperio de la ley y los partidos políticos.” Esta aberración es la consecuencia del presidencialismo al estilo imperial que condujo al error desgraciado de convertir al Presidente de la República en el dueño y señor de la industria petrolera, cuya directiva puede cambiar a su antojo.
Sin contrapesos sociales no hay ni habrá frenos institucionales, porque las instituciones son sólidas cuando las sostiene la sociedad. Y sin frenos institucionales no puede existir democracia ni estabilidad constitucional. Las siete (7) constituciones del general Gómez son el mejor ejemplo de esto último.
Y en un país petrolero no habrá contrapesos sociales ni frenos institucionales mientras la industria petrolera sea manejada discrecionalmente, como dueño y señor del petróleo, por el Presidente de la República con su camarilla de corruptos, porque con sus inmensos ingresos compran conciencias y votos y pervierten al pueblo.
En un país petrolero no habrá contrapesos sociales ni frenos institucionales mientras la industria petrolera sea manejada discrecionalmente, como dueño y señor del petróleo, por el Presidente de la República con su camarilla de corruptos, porque con sus inmensos ingresos compran conciencias y votos y pervierten al pueblo. Analitica
No comments:
Post a Comment