Entre hoy y mañana, los jefes de Estado y de Gobierno a buen seguro que van a celebrar los logros obtenidos por la revisión de la “Estrategia de Lisboa”, con una previsión de crecimiento del 2,7% para este año, y la expectativa de crear siete millones de empleos entre el 2007 y el 2008; sin embargo, lo que no será tan placentero es la toma de decisiones en el campo energético.
Como veíamos en esta misma columna el pasado 11 de enero, la Comisión Europea presentó un ambicioso paquete de medidas sobre la energía y el cambio climático, que ahora deberán ser asumidas como retos propios por nuestros dirigentes. Pero las diferencias entre los Estados hacen difícil ese ansiado acuerdo que para la mayoría de expertos es imprescindible.
Así, en palabras del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, “el estatu quo no es una opción”; y en las del director de la Agencia Internacional de la Energía, Noé van Hulst, “de no producirse cambios significativos en las políticas energéticas europeas, en 25 años el consumo de combustibles fósiles habrá aumentado un 50%, al igual que las emisiones de gases de efecto invernadero”. Por su parte, Eneko Landaburu, director general de Relaciones Exteriores de la CE y orador principal de la pasada audiencia pública en el Parlamento Europeo “¿Hacia una política exterior común europea en el ámbito de la energía?”, advierte que “la diversificación es vital para asegurar la seguridad y el precio razonable de la energía, y que sin un mercado común de la energía, nada es posible”.
Y es en ese tema de diversificación de fuentes, concretamente en el establecimiento de objetivos vinculantes para las energías renovables, donde se encuentra el principal escollo para el ansiado acuerdo comunitario, por entender algunos de los Estados miembros que bastaría con metas “orientativas”. Aparte de que determinados países han ido más lejos, proponiendo que ciertas energías débiles en carbón, como es el caso de la nuclear, computen como renovables al no emitir CO2.
Pero al margen de disputas, lo que sí se espera es que los jefes de Estado y de Gobierno adopten el compromiso de reducir el consumo energético en un 20% a partir del 2012, y las emisiones de CO2 a la atmósfera en un 30% con respecto de los datos de 1990, de aquí al 2020. Además, fomentarán las interconexiones eléctricas entre Estados y quizá en aras del citado “mercado común energético” establezcan una separación clara entre la propiedad de las actividades de producción energética y de distribución, “esencial para asegurar la libertad de elección de los consumidores”, según afirmaba ayer el Sr. Durao Barroso.
En resumidas cuentas, lo que se espera es que el Plan de Acción sobre energía propuesto por la Comisión el pasado enero sea aprobado, por lo menos en su mayor parte, y se ejecute eficientemente hasta que en el 2009 llegue la hora de su revisión, y se adopte un nuevo documento en la Cumbre de primavera del 2010, bajo presidencia española.
Por lo demás, la canciller alemana, Ángela Merkel —al margen de sus posibles (des)encuentros con José Luis Rodríguez Zapatero—, presentará en la cena del Consejo Europeo de esta noche el borrador sobre la “Declaración de Berlín” para la cumbre extraordinaria del 24 y 25 de marzo en la capital alemana, con motivo del 50 aniversario de la firma del Tratado de Roma.
Además, el viernes, al término de la Cumbre, también quedará aprobado un plan para reducir la carga administrativa de las empresas en un 25% para el 2012, y la elevación del gasto en Investigación y Desarrollo hasta el 3% del producto interior bruto (PIB) para el 2010.
Estrella Digital
Como veíamos en esta misma columna el pasado 11 de enero, la Comisión Europea presentó un ambicioso paquete de medidas sobre la energía y el cambio climático, que ahora deberán ser asumidas como retos propios por nuestros dirigentes. Pero las diferencias entre los Estados hacen difícil ese ansiado acuerdo que para la mayoría de expertos es imprescindible.
Así, en palabras del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, “el estatu quo no es una opción”; y en las del director de la Agencia Internacional de la Energía, Noé van Hulst, “de no producirse cambios significativos en las políticas energéticas europeas, en 25 años el consumo de combustibles fósiles habrá aumentado un 50%, al igual que las emisiones de gases de efecto invernadero”. Por su parte, Eneko Landaburu, director general de Relaciones Exteriores de la CE y orador principal de la pasada audiencia pública en el Parlamento Europeo “¿Hacia una política exterior común europea en el ámbito de la energía?”, advierte que “la diversificación es vital para asegurar la seguridad y el precio razonable de la energía, y que sin un mercado común de la energía, nada es posible”.
Y es en ese tema de diversificación de fuentes, concretamente en el establecimiento de objetivos vinculantes para las energías renovables, donde se encuentra el principal escollo para el ansiado acuerdo comunitario, por entender algunos de los Estados miembros que bastaría con metas “orientativas”. Aparte de que determinados países han ido más lejos, proponiendo que ciertas energías débiles en carbón, como es el caso de la nuclear, computen como renovables al no emitir CO2.
Pero al margen de disputas, lo que sí se espera es que los jefes de Estado y de Gobierno adopten el compromiso de reducir el consumo energético en un 20% a partir del 2012, y las emisiones de CO2 a la atmósfera en un 30% con respecto de los datos de 1990, de aquí al 2020. Además, fomentarán las interconexiones eléctricas entre Estados y quizá en aras del citado “mercado común energético” establezcan una separación clara entre la propiedad de las actividades de producción energética y de distribución, “esencial para asegurar la libertad de elección de los consumidores”, según afirmaba ayer el Sr. Durao Barroso.
En resumidas cuentas, lo que se espera es que el Plan de Acción sobre energía propuesto por la Comisión el pasado enero sea aprobado, por lo menos en su mayor parte, y se ejecute eficientemente hasta que en el 2009 llegue la hora de su revisión, y se adopte un nuevo documento en la Cumbre de primavera del 2010, bajo presidencia española.
Por lo demás, la canciller alemana, Ángela Merkel —al margen de sus posibles (des)encuentros con José Luis Rodríguez Zapatero—, presentará en la cena del Consejo Europeo de esta noche el borrador sobre la “Declaración de Berlín” para la cumbre extraordinaria del 24 y 25 de marzo en la capital alemana, con motivo del 50 aniversario de la firma del Tratado de Roma.
Además, el viernes, al término de la Cumbre, también quedará aprobado un plan para reducir la carga administrativa de las empresas en un 25% para el 2012, y la elevación del gasto en Investigación y Desarrollo hasta el 3% del producto interior bruto (PIB) para el 2010.
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